martes, 30 de julio de 2013

EPISODIO DE INSEGURIDAD

 -¡Dale la llave!...¡Dale la llave!...
 Los gritos de su mujer, se amplificaban desesperados en el silencio nocturno.
 -¡Dale la llave que me mata!...¡Dale la llave que me mata!...
 El tono de voz era jadeante, dado que uno de los tipos le rodeaba el cuello con su brazo izquierdo, mientras  presionaba una pistola sobre su sien derecha.
  Su cómplice, se hallaba a bordo del WV Suran 0 km. que pretendían robar, esperando la llave para ponerlo en marcha.
 Todo podría haber sido más simple para los delincuentes, si él hubiera descendido del rodado dejando la llave puesta. No lo hizo, por lo que la entradera se complicó para esos individuos jóvenes, con las capuchas de sus buzos levantadas y gorras bien caladas para disimular sus fisonomías.
 Como era de práctica para el matrimonio, Mirta había bajado antes para abrir el portón manual de la cochera y el esperaba que esto ocurriera para ingresar el vehículo.
 En ese momento aparecieron los sujetos, como salidos de la nada, disimulados tras los árboles de la calle suburbana.
 -¡Por favor, Luis, dale la llave!...¡Me matan!...
 Mirta ya no le ordenaba que le diera la llave, con el tono imperativo que era usual en ella para dirigirse a su cónyuge, le suplicaba. Quizás percibía en la actitud del marido algo indefiniblemente atroz.
 Puede que detecte el peso muerto, que significó para mi vida desde hace treinta años..., pensó Luis, guardándose la llave en el bolsillo y poniéndose a resguardo dentro del garaje de la vivienda conyugal.
 -Toma hijo de mil putas, ahí tenes a tu querida esposa..., dijo el que amenazaba a la mujer luego de disparar, para darse a la fuga de inmediato junto con su secuaz, ya abortado el robo del auto. A los pocos metros, ascendieron a un Ford Fiesta que oficiaba de vehículo de apoyo, con un tercer partícipe del hecho al volante.
 Como reacción al estampido, algunas luces comenzaron a encenderse en las viviendas de la cuadra. Luis observó a Mirta derrumbada sobre la vereda: no dudo de que se hallaba ante sus restos.
 Le impresionó el furor que manifestaban sus ojos, desorbitados por la sorpresa y el odio. Los cerró, piadosamente.
 Consideró que debía componer un semblante adecuado a las circunstancias, dado que ya se acercaban los primeros vecinos.
 No le iba a resultar fácil: debía desfigurar la satisfacción que lo embargaba, ante la proximidad de cobrar un cuantioso seguro de vida del que era único beneficiario.
 ¡Cuantas veces fantaseé con hacer lo que llevaron a cabo estos giles!..., pensó.
 Cuando apareció Don Pepe, el jubilado de enfrente, se restregó los ojos con fuerza para hacer aflorar lágrimas, mientras pensaba en el viaje que realizaría dentro de unos meses con Martina, su amante de 37 años. Volarían por Emirates a Dubai, desde allí a Hong Kong y otros destinos de primer nivel.
 Nuevamente miró a Mirta, el cadáver de Mirta, encogiéndose imperceptiblemente de hombros: hacía décadas que para él estaba muerta en sus sentimientos. Por fin sería sepultada.
 De todos modos, se abrazó como desconsolado al cadáver. En tono desgarrador, le dijo: gracias...
 Don Pepe pensó que era en memoria de los años felices compartidos juntos.

                                                             FIN


No hay comentarios:

Publicar un comentario