martes, 26 de marzo de 2013

LA PALABRA Y EL ESPASMO

 El diputado Natalio Carranza Linares depuso su argumentación con vehemencia, con la apasionada convicción que era su impronta como legislador.
 Pero no pareció convencer ni siquiera a sus correligionarios.
 Posteriormente, en la tranquilidad de su domicilio transitorio en Buenos Aires-el hombre representaba a Salta-estudió la versión fidedigna de su intervención, que había sido previamente taquigrafiada por los integrantes del cuerpo oficial del Congreso.
 En soledad, visiblemente alterado por lo que leía, llegó a la conclusión definitoria que pronunció en voz alta.
 -Inicié mi decadencia política. Mi deposición es una cagada.
 Esta sinceridad ante si mismo expresada sin atenuantes, quizás fue somatizada por su organismo de un modo tal, que dio origen al colon irritable que lo afectó impiadosamente.
 En múltiples ocasiones, la patología lo llevó a interrumpir su función legislativa, debido al ataque de intempestivas-en su apreciación, atroces-ganas de deponer, que lograron que la fisiología se imponga a sus discursos, a tal punto, que sentado en el inodoro llegó a considerar la posibilidad de deponer su banca.

                                                                  FIN
   

sábado, 23 de marzo de 2013

LA SOLEDAD DEL REMERO

 Consideraba que en ocasiones, se le hacía pesado, por eso lo predisponían mal los obesos.
 Quizás los años disminuyeron sus fuerzas o al menos, debía dosificarlas con prudencia, para no finalizar el día extenuado.
 La embarcación, era un rústico bote con asientos de madera, siendo él, capitán y único remero.
 Si hay dos en un bote, uno debe ser capitán..., era una máxima náutica de vieja data que él acataba plenamente.
 Entendía que podía parecer ridículo, sentir orgullo por comandar una barca tosca y primitiva, pero sabía que su tarea distaba de ser rudimentaria:
 Cruzar el Riachuelo desde La Boca a Isla Maciel, podía significar para sus atribulados pasajeros mucho más que eso,aunque reconocía que el horario nocturno de su labor, contribuía a esa percepción entre sus transportados. En invierno, fundamentalmente en agosto que era cuando más trabajaba, las aguas aceitosas del ancestral Riachuelo de los Navíos, se detectaban negras y nauseabundas, como despidiendo nieblas mefíticas, lo que imponía en el pasaje una sugestión de índole infernal.
 De todos modos, en silencio, como dirigidos a un destino insoslayable o más precisamente, a la conclusión del mismo, los viajeros se mantenían tranquilos, quizás ensimismados en sus perturbaciones.
 Con solo verlos al iniciar el cruce, luego de que oblaban la tarifa correspondiente, él, como barquero, vislumbraba variados detalles de esas almas y las circunstancias que les concernieron. Llevaba demasiado tiempo ejerciendo el menester, como para reconocer de inmediato que las gravaba.
 Este acopio de datos ajenos, lo ayudaba mentalmente a disminuir su permanente soledad; era como ingresar a un texto de ficción y abrevar en otras vidas.
 Pocos de los embarcados conocían su gracia-Pedro Anselmo Caronte-y mucho menos, alcanzaban a distinguir el letrero pintado con desteñidas letras negras en la proa de la nave:
 TRAYECTO ESTIGIA-HADES

                                                                     FIN
  
  

viernes, 22 de marzo de 2013

VIENTO DIVINO

 Naoto Hayami decidió desertar.
 Sabía que esa palabra era sinónimo de muerte, en las fuerzas armadas del emperador.
 Incluso, su deserción sería considerada con el agravante de calificada.
 Naoto Hayami era un piloto kamikaze, un representante humano designado para personificar el viento divino, que causa estragos a los enemigos del Imperio del Sol Naciente.
 Era más que un simple soldado.
 Se trataba de un elegido del Shinto, para acercarse-luego de su sacrificio guerrero-a la diosa Amaterasu, la deidad primordial del Japón.
 Pero Naoto, a pesar de su esmerada preparación física y mental, para servir hasta las últimas consecuencias a la estirpe de la flor del cerezo, no quería morir.
 Lo asumió a poca distancia del destructor USS McGOWAN, cuya artillería antiaérea lo abrumaba con sus descargas.
 Adoptó la decisión de que en vez de estrellarse sobre la cubierta de la nave de la US NAVY, dirigiría su Zero al océano circundante, en un amerizaje de emergencia.
 Suponía que los americanos lo rescatarían y sería prisionero hasta que terminara la guerra.
 Nunca volvería a su patria. Esta actitud convertiría su ignominia en un recuerdo olvidado.
 Respecto a su familia y el honor mancillado, ya vería como proceder. La guerra licuaba muchos preceptos consagrados, en su devenir homicida.
 Dio un brusco giro al timón de su caza para cumplir con el plan, pero el momento de la decisión clave ya había sido superado:
 Las baterías del navío enemigo lo hicieron estallar en el aire junto con su aeronave.
 Un pensamiento fugaz, mientras sentía que su cuerpo se destrozaba por los impactos del que debía haber sido su blanco, le generaron una recóndita satisfacción:
 Moría sirviendo a su emperador; su familia lo honraría por siempre en el santuario Yasukuni, orgullosa de su rectitud, digna de un samurai.

                                                                           FIN

                                                                       







  

TODO FUE TAN RÁPIDO

 Del vigésimo segundo al décimo cuarto piso, no sintió nada significativo, ni física ni mentalmente, solo el viento, el aire que se abría a su paso y la idea casi indiscernible, de hallarse integrado a los elementos etéreos.
 Cuando al pasar raudamente ante la ventana del piso catorce, vio a esa desconocida desnudándose, sintió el impacto del misterio femenino y la presencia de su carne, supo que aún estaba vivo y deseaba...
 Pero ya era tarde; le quedaba poco tiempo de vertiginoso recorrido aéreo, hasta estrellarse contra el pavimento de la avenida, asfalto ajeno a toda pasión y misericordia.
 Cuando el forense que intervino inspeccionó el cadáver, curiosamente, lo halló con el pene erecto.


                                                                         FIN

ESA TARDE EN EL GÓLGOTA...

 Se ceñía sobre el crucificado.
 La exégesis del momento refiere-décadas después-que pronunció la frase:
 Padre...¿Porqué me abandonas?...
 Se entiende que la respuesta fue el silencio.
 ¿Es posible que el Nazareno no supiera, que hay preguntas que desde el inicio de la historia, los padres evitan responder?...

                                                                FIN

                                                         

martes, 19 de marzo de 2013

ARQUERÍA KYUDO

 El arquero zen tensa la cuerda.
 Su yo se disuelve junto con la emanación de sus pasiones, la altisonancia de su individualidad, el desear, el querer y él mismo como sujeto.
 Solo está el blanco y la poderosa intuición que anula su racionabilidad, o al menos, la soslaya...
 Ahora percibe..., en términos medulares, absolutos.
 Logró la unicidad con el cosmos, se convirtió en arco, flecha y actitud.
 Los pies firmes pero como en el aire, los brazos expandidos pero integrados a una levedad indefinible, la conciencia consubstanciada con el todo...
 Dispara.
 La flecha, con una precisión no buscada, impacta atrozmente a su  maestro, que rondaba por los jardines del templo del Sojiji, observando con discreción a sus discípulos.
 El arquero corrió al lado de la víctima, que antes de morir, esbozó una sonrisa.
 -Seischa seichu..., le dijo su Sensei con un hilo de voz, o sea, tiro correcto es golpe correcto.
 Su discípulo, no pudo desprenderse de su propio satori en ese esquema paradojal: también distendió sus labios, en una sonrisa similar a la que evidenciaba el cadáver de su maestro.

                                                                       FIN

lunes, 18 de marzo de 2013

McSALIDA

 El nene insistía con la compra de la Cajita Feliz, el padre, evidenciando la solicitud casi culposa de un hombre sujeto a régimen de visitas, no dudó en complacer el pedido infantil.
 Cuando percibió la satisfacción del niño con la hamburguesa y los juguetitos, consideró que por más que viniera envasada, al menos en ese momento, la cajita borraba todas las sordideces de un divorcio conflictivo en el que el hijo, fue usado como rehén por las partes.
 Lo peor es que Damiancito, pensó, a pesar de su corta edad, podría percibir el conflicto que lo involucraba y que quizás llegara a gravar su futuro.
 Esta reflexión, no llegó a ensombrecer su agrado al ver tan contento a su hijo, hasta que reparó en la violencia desmedida con que hacía pelear a los muñequitos, como si tratara de que se hicieran añicos.
 -¿Por qué se pelean así?..., le preguntó con genuina candidez.
 -Porque son papá y mamá tratando de matarse..., fue la respuesta de la criatura.

                                                                    FIN

viernes, 15 de marzo de 2013

EFECTO DE BORRAR

 -No me gusta tu cara..., le dijo con voz ronca al espejo, al ver su sonrisa sobradora, que conociéndose como se conocía, sabía que no era otra cosa que el recurso de un idiota. Agregó a sus pensamientos: un idiota carente de otros recursos para disimular su condición.
 Quizás impulsado por tal aseveración íntima, impactó su puño contra el espejo mediante un golpe neto, que provocó el estallido del cristal y la laceración de los nudillos de su diestra.
 Doblado por el dolor, intentó juntar los pedazos dispersos que refulgían en su fragmentación, tratando de hallar alguno que aún sirviera para mirarse.
 -Es el único que tengo...
 Mencionó en voz alta aunque se hallaba solo, sabiendo que aunque no la veía completa, en su rostro, debía seguir estampada la sonrisita sobradora de no sabía que.

                                                                   FIN
 

jueves, 14 de marzo de 2013

"VILLA PURULENCIA"

 Decir que era una mala zona de la ciudad de Solwezi, en Zambia, era como decir que el infierno se había instalado entre esas calles enlodadas, flanqueadas por lo más extremo de los desperdicios. Las recorrían  perros famélicos e individuos que competían con ellos por un sustento tan esquivo, que se podría considerar pura carencia.
 ¿De que vivían esos seres como sombras, adultos, niños y ancianos de unos cuarenta años?...
 Difícil saberlo..., dado que hurgar en esa escasez molecular parecía el único recurso disponible.
 De todos modos, la zona registraba un alto crecimiento demográfico-a pesar de la elevada tasa de mortalidad infantil-producto de transfiguradas relaciones familiares y violaciones colectivas entre charcos de detritos humanos e inmundicias diversas. Demás está decir que el sida, estragaba aún en mayor medida la calamitosa situación sanitaria de esa población.
 ¿El estado y la ley?...
 Ausentes sin aviso..., ya que formalmente ese sitio pertenecía a la república.
 Los habitantes se denominaban a si mismos "escupitajos"; a su vez, la zona se conocía extraoficialmente como "Villa Purulencia".
 Los días se repetían idénticos en ese lugar, salvo por algún muerto más o menos, desangrado en peleas con botellas rotas, violencia doméstica inconcebible, enfermedades transmisibles que volteaban a esos sujetos en las zanjas denominadas calles. A veces, desaparecían los cadáveres y se presumía secreta antropofagia, aunque también era usual la venta de los mismos para oscuros rituales animistas, de inescrutable origen.
 En ocasiones, se incorporaba a ese conglomerado humano algún mendigo baldado en busca de precario cobijo.
 El día que hubo un enfrentamiento de bandas antagónicas,  por diferencias tribales y de reparto en la comercialización del qat, poderoso psicoestimulante mascado por la mayor parte de los "escupitajos" de todo sexo y edad, la principal arteria de "Villa Purulencia" se cubrió de sangre mezclada con lodo apestoso.
 No era la primera vez que esto ocurría, con despliegue de palos,  machetes oxidados, furibundos gritos en idioma nyanja, bemba o kaounde, cercenamientos y mutilaciones.
 Lo que esta vez signó la diferencia con circunstancias similares, fue lo inconcebible.
 Los contendientes, vieron azorados como un disco de color indescifrable, de tonalidad tornasolada y unos cincuenta metros de circunferencia, descendía lentamente, hasta quedar estático a escasa distancia del repugnante suelo.
 Como si se pulsara la tecla de STOP de un dispositivo de imagen y sonido, la lucha se detuvo, congelándose  la acción.
 Los harapientos individuos en pugna, observaron como en la nave, sin duda de oriundez celestial o alienigena, se abría una compuerta en su superficie compactamente lisa, sin nada que indicara algo afín a una ventana.
 Hasta los malheridos, silenciaron sus ayes de dolor ante el esplendor de la aparición, que por sus características, inmediatamente generó en esos desechados una impresión de índole mística.
 Se postraron en señal de sumisión, de sacro terror..., incluso, de vergüenza.
 Quizás de humilde esperanza, ante el hecho de ser testigos de una manifestación superior a todo lo conocido.
 Dos seres, que parecían poseer una estructura amorfa y una ambigua fisonomía, se asomaron por la abertura y escrutaron por un breve lapso a la silenciosa caterva, inmóvil y arrodillada en señal de respeto, casi de adoración.
 Como al unísono, las dos figuras parecieron mirarse entre ellas.
 Esbozaron un movimiento con sus cabezas, que en el lenguaje gestual universal implica negación.
 Retrocedieron al interior de la nave, mientras la compuerta se cerraba.
 El disco, se elevó mediante una propulsión indescifrable y desapareció de la vista de los "escupitajos".
 No habría transcurrido ni un minuto desde su ocultamiento, cuando la violencia detenida se activó con mayor furor:
 La batalla entre menesterosos adoptó una formulación de guerra de exterminio, donde no se tomaban prisioneros, a sabiendas de que todos estaban condenados.

                                                         FIN


  
  

miércoles, 6 de marzo de 2013

NARRATIVA MÁS QUE BREVE 2 (4)

                                                                TECHO

 Reacio a las historias de fantasmas, descreído en relación a la idea de alma y trascendencia espiritual; ferozmente materialista, en su concepción del ser humano y proclive al empleo de la burla y la ironía ante toda cuestión de índole etérea. 
 Así era él..., por lo que percibió una inconcebible confusión en su mente, cuando parecía que su persona dejó de poseer el anclaje de un cuerpo físico, siendo atravesada por vehículos, transeúntes y sombras.
 Su perplejidad se convirtió en franco terror, al recordar veladamente el ámbito de un quirófano, un equipo de cirujanos, el techo de una unidad de terapia intensiva...y nada más. 
  

                                                                FIN


                                                                ONÍRICO

 Soñaba.
 Lo hacía con plena conciencia de su identidad: sabía quién era en la vigilia y que se hallaba soñando.
 Se trataba de un sueño contextualizado en diferentes escenas que se concatenaban, hasta que en la última, accedía a la muerte de quién era en la vigilia.
 No despertó.
 -Murió mientras dormía...
 Repetía la acongojada viuda, que no podría llegar a saber que en realidad, murió mientras soñaba.

                                                                  FIN

                                                                  DESTINO FUGITIVO

 -¡Barrante!...
 Nadie podía saber su verdadero apellido en esa ciudad, pero el desconocido que se hallaba a su espalda, lo repitió.
 Me descubrieron..., pensó con aprensión, para bruscamente iniciar la carrera que debería ponerlo a salvo. Interpretó que el tono de voz correspondía a un hombre joven y de bajo nivel sociocultural, sin duda, un sicario barato y despiadado.
 Cruzó por el medio de la calle esquivando autos, hasta ser embestido violentamente por un conductor que no lo pudo evitar. Los politraumatismos que sufrió le provocaron una muerte instantánea.

 El muchacho con la canasta de pan bajo el brazo izquierdo, observó horrorizado, el cuerpo yacente sobre el pavimento en una postura grotesca.
 Escuchó la voz de mujer mayor por el portero eléctrico, que por tercera vez le preguntaba:
 -¿Quién es?...
 Con un tono alterado por la impresión, le contestó nuevamente conociendo la sordera de la anciana. Esta vez, agregó el rubro comercial para el que hacía el reparto:
  -¡Panadería Barrante, Sra. Ofelia!...
 Le traigo los sanguches de miga...
 Parecía que la mujer entendió.
 Espero que la vieja se apure..., pensó, a ver si me agarran de testigo y empiezo a perder días de trabajo.

                                                                  FIN

                                                                  CUATRO CIFRAS

 No se caracterizaba por ser un jugador, de todos modos, en el contexto posterior a ese copioso almuerzo del viernes, bien regado con Norton Clásico-final de su jornada laboral hasta el lunes, así como de la de los dos compañeros con quienes se hallaba-decidió jugar a la quiniela un número cargado de significado.
 En la agencia de lotería, a metros del restaurante, jugó cien pesos a la cabeza a cuatro cifras en la nacional vespertina.
 Jugada loca, festejada por sus acompañantes y observada con aprensión por la operadora de la agencia.
 El número jugado: 0666
 El cero significaba nada y el resto, el guarismo de la Bestia..., la bíblica cifra adjudicada al demonio.
 Las risas estentóreas del achispado trío cerraron la apuesta.

 El sepelio de un hombre joven suele resultar desolador, más aún, tratándose de un treintiañero alegre y saludable, que acababa de ganar $400.000.- a la quiniela y acabó con su vida arrojándose de un noveno piso.
 ¿Por qué?..., era la pregunta que los angustiados padres dirigían a sus amigos dilectos, habida cuenta de que el joven carecía de antecedentes conocidos de depresión o adicciones.
 Ninguno conocía la respuesta.
 Los que habían almorzado con él el día anterior se miraban consternados. Uno de ellos, dijo en voz baja que quizás el suicida, disponía de algún dato de que de seguir viviendo, lo que lo esperaba era peor que arrojarse desde un noveno piso al pavimento.
 Quienes lo escucharon, pensaron que esa posibilidad resultaba demoníaca.

                                                                   FIN










                                                                 

CELOS MERECEN...

 Sin duda, sufría el embate de los celos como una pulsión enfermiza.
 Sabía que en su caso, ya no eran ninguna manifestación de amor; más aún, quizás la odiara a ella por hacerlo padecer de ese modo, por sumirlo en una zozobra que lo agobiaba con insistencia.
 Incluso, le impedía trabajar con tranquilidad, ganar el sustento de ambos con el sosiego necesario.
 Debido a ello, por más que su contracción al trabajo era proverbial, solicitó permiso para retirarse de la tornería antes de finalizar su turno, aduciendo que debía efectuar trámites.
 Su jefe no opuso ningún reparo, debido al presentismo ejemplar que el hombre demostraba en su empleo.


 Ingresó al domicilio conyugal con sigilo-como el suponía que lo hacía el pata e'lana de su imaginación-para poder sorprenderla en plena acción con el supuesto amante; manteniendo una conversación telefónica secreta o caso contrario, serenarse al hallarla en una situación neutra.
 Parecía que no estaba presente-lo que le provocó una punzada de angustia-pero escuchando con atención, percibió ciertos gemidos ahogados provenientes del dormitorio.
 Aferrando un cuchillo de cocina en su diestra, se dispuso a ingresar a la habitación para matarlos a ambos, casi con el oscuro alivio de saber que sus sospechas estaban confirmadas.
 Con la mente como bloqueada por una película roja, que le impedía evaluar las consecuencias de su inmediato proceder, irrumpió con brusquedad en el cuarto.
 La vio a ella desnuda, las piernas abiertas y flexionadas, los pezones erectos y la boca emitiendo jadeos de goce, mientras aferraba el miembro que entraba y salía de su vagina, acompasadamente.
 Al verlo, los ojos de la mujer se desorbitaron en un gesto de horror.
 No pudo defenderse del cuchillo empleado con violencia extrema, solo emitir aullidos de dolor y desesperación.
 La sangre salpicaba las sábanas y las paredes, empapando a víctima y victimario.
 Entre gritos desgarradores, la mujer balbuceó: Pensaba en vos...
 -Puta traidora, querés salvarte..., fue la respuesta masculina.
 Cuando agotó su furor en aplicar puñaladas, decidió ocuparse del otro, que yacía inerte sobre la cama: un consolador símil-piel.
 Lo llevó hasta la parrilla y luego de rociarlo con alcohol, le arrojó un fósforo.
 En eso estaba cuando lo detuvo la policía, que tras violentar la puerta con el ariete, se hizo presente debido a las llamadas de los vecinos, alarmados por los gritos.


 Mientras lo retiraban del lugar del hecho protegiéndolo de los intentos de linchamiento del vecindario, el hombre-en la penumbra que le proporcionaba el rostro cubierto por una campera-comenzó a llorar desconsoladamente, mientras musitaba:
 -Yo te di un hogar...Como pudiste engañarme con ese...


                                                                      FIN