miércoles, 6 de marzo de 2013

NARRATIVA MÁS QUE BREVE 2 (4)

                                                                TECHO

 Reacio a las historias de fantasmas, descreído en relación a la idea de alma y trascendencia espiritual; ferozmente materialista, en su concepción del ser humano y proclive al empleo de la burla y la ironía ante toda cuestión de índole etérea. 
 Así era él..., por lo que percibió una inconcebible confusión en su mente, cuando parecía que su persona dejó de poseer el anclaje de un cuerpo físico, siendo atravesada por vehículos, transeúntes y sombras.
 Su perplejidad se convirtió en franco terror, al recordar veladamente el ámbito de un quirófano, un equipo de cirujanos, el techo de una unidad de terapia intensiva...y nada más. 
  

                                                                FIN


                                                                ONÍRICO

 Soñaba.
 Lo hacía con plena conciencia de su identidad: sabía quién era en la vigilia y que se hallaba soñando.
 Se trataba de un sueño contextualizado en diferentes escenas que se concatenaban, hasta que en la última, accedía a la muerte de quién era en la vigilia.
 No despertó.
 -Murió mientras dormía...
 Repetía la acongojada viuda, que no podría llegar a saber que en realidad, murió mientras soñaba.

                                                                  FIN

                                                                  DESTINO FUGITIVO

 -¡Barrante!...
 Nadie podía saber su verdadero apellido en esa ciudad, pero el desconocido que se hallaba a su espalda, lo repitió.
 Me descubrieron..., pensó con aprensión, para bruscamente iniciar la carrera que debería ponerlo a salvo. Interpretó que el tono de voz correspondía a un hombre joven y de bajo nivel sociocultural, sin duda, un sicario barato y despiadado.
 Cruzó por el medio de la calle esquivando autos, hasta ser embestido violentamente por un conductor que no lo pudo evitar. Los politraumatismos que sufrió le provocaron una muerte instantánea.

 El muchacho con la canasta de pan bajo el brazo izquierdo, observó horrorizado, el cuerpo yacente sobre el pavimento en una postura grotesca.
 Escuchó la voz de mujer mayor por el portero eléctrico, que por tercera vez le preguntaba:
 -¿Quién es?...
 Con un tono alterado por la impresión, le contestó nuevamente conociendo la sordera de la anciana. Esta vez, agregó el rubro comercial para el que hacía el reparto:
  -¡Panadería Barrante, Sra. Ofelia!...
 Le traigo los sanguches de miga...
 Parecía que la mujer entendió.
 Espero que la vieja se apure..., pensó, a ver si me agarran de testigo y empiezo a perder días de trabajo.

                                                                  FIN

                                                                  CUATRO CIFRAS

 No se caracterizaba por ser un jugador, de todos modos, en el contexto posterior a ese copioso almuerzo del viernes, bien regado con Norton Clásico-final de su jornada laboral hasta el lunes, así como de la de los dos compañeros con quienes se hallaba-decidió jugar a la quiniela un número cargado de significado.
 En la agencia de lotería, a metros del restaurante, jugó cien pesos a la cabeza a cuatro cifras en la nacional vespertina.
 Jugada loca, festejada por sus acompañantes y observada con aprensión por la operadora de la agencia.
 El número jugado: 0666
 El cero significaba nada y el resto, el guarismo de la Bestia..., la bíblica cifra adjudicada al demonio.
 Las risas estentóreas del achispado trío cerraron la apuesta.

 El sepelio de un hombre joven suele resultar desolador, más aún, tratándose de un treintiañero alegre y saludable, que acababa de ganar $400.000.- a la quiniela y acabó con su vida arrojándose de un noveno piso.
 ¿Por qué?..., era la pregunta que los angustiados padres dirigían a sus amigos dilectos, habida cuenta de que el joven carecía de antecedentes conocidos de depresión o adicciones.
 Ninguno conocía la respuesta.
 Los que habían almorzado con él el día anterior se miraban consternados. Uno de ellos, dijo en voz baja que quizás el suicida, disponía de algún dato de que de seguir viviendo, lo que lo esperaba era peor que arrojarse desde un noveno piso al pavimento.
 Quienes lo escucharon, pensaron que esa posibilidad resultaba demoníaca.

                                                                   FIN










                                                                 

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