jueves, 12 de febrero de 2015

MENSAJES DE TEXTO

 TODAVÍA NO LLEGAMOS
 TODO ES MUY RARO
 Algo inasible, de carácter tan etéreo como una intuición, le indicó a Virginia que su hermano no hacía una broma al responderle de ese modo su sms, en el que le preguntaba si habían llegado bien a su departamento céntrico, al regresar con su esposa de una cena en su casa, ubicada en un country a cuarenta kms. de la capital.
 El mensaje de texto se lo envió al medio día y ellos se retiraron a las dos de la mañana.
 Con aprensión, tomó su celular y le efectuó una llamada, pero la linea se hallaba como muerta y no se estableció la comunicación. Lo mismo ocurrió al llamar a su cuñada.
 En cuanto al teléfono del domicilio de ambos, su llamada pasaba a casilla.
 Virginia sabía que su hermano era excesivamente serio, poco afecto a las manifestaciones de humor y mucho menos, a las que pudieran generar alarma.
 Esta consideración incrementó su inquietud.
 Inmediatamente, se comunicó con amigos y familiares de su hermano y cuñada, quienes no tuvieron hijos en su más de treinta años de casados, pero nadie sabía nada respecto al paradero de la pareja.
 Ante un posible caso de inseguridad, concurrió con su marido a realizar una denuncia en sede judicial por desaparición de personas y presunción de delito, sumidos ambos en el dolor y la incertidumbre.


 El primer aniversario de la desaparición de su hermano y cuñada, resultó pura angustia para Virginia y sus allegados, dado que a pesar de las exhaustivas búsquedas realizadas por las autoridades competentes, seguía sin saberse que ocurrió con el matrimonio así como con su automóvil.


 Al cumplirse el segundo año del desgraciado suceso, aún sin el mínimo indicio sobre lo acaecido, Virginia fue testigo del choque de una paloma contra la ventana del living de su chalet de estilo californiano, en el country a cuarenta kms. de la capital.
 Inmersa en un abatimiento que se ahondaba en los aniversarios, interpretó la muerte del ave como un signo ominoso.
 Ominoso..., pensó, fue el adjetivo más empleado por los medios para calificar el suceso que involucró a su hermano y cuñada, tema que seguía teniendo interés periodístico a pesar del tiempo transcurrido desde que fue noticia.
 Recordó el estupor generado en la opinión pública, cuando los peritajes no pudieron determinar desde donde se respondió su mensaje de texto.
 Era como si ambos desaparecidos, hubieran ingresado a la nada en auto...
 Decidió acercarse a los restos mortales de la paloma, como si obedeciera a un sentimiento algo repulsivo, inconveniente.
 Como en una repentina iluminación mental, recordó sus lejanas clases en la carrera de historia en la UBA, en las que un profesor mencionaba que los incas, ante el mar sin límites visibles, consideraban hallarse frente a las fronteras de la nada, ni siquiera la posible terra incognitis de los europeos de la época.
 No.
 La pura nada. El no ente.
 Tal estrato..., pensó, ...¿ Podría absorber un vehículo automotor con dos personas a bordo ?...


 El ave se hallaba intacta en apariencia, pero estaba muerta.
 Virginia pensó que no la mató el golpe contra la ventana, sino alguna patología preexistente.
 La sorprendió el color gris del plumaje, como impregnado de una rara iridiscencia, sorpresa que se acentuó al observar un canutillo adherido a una pata del volátil.
 ¡Era una paloma mensajera!..., dijo en voz alta aunque no se hallaba acompañada. Se dirigió a la cocina para retirar un par de guantes de látex de empleo doméstico y se dispuso a revisar los restos.
 Con aprensión, detectó que el cadáver era más pesado de lo que correspondía, como si no concordara con las características de la especie. Se propuso desechar los guantes cuando concluyera con la inspección.
 Lo que parecía un canutillo, era un pequeño tubo con tapa a rosca confeccionado con un material que la mujer no pudo identificar, como si se tratase de un plástico metalizado.
 Lo abrió sin dificultad y extrajo de su interior un papel enrollado, mientras el cuerpo sin vida de la paloma parecía corromperse minuto a minuto en un proceso absolutamente anómalo.
 Arrojó esa masa orgánica en descomposición al recipiente de basura, mientras evitaba dificultosamente un vómito.
 Desenrolló la esquela, que bruscamente pareció arrugarse.
 Decía...
 TODAVÍA NO LLEGAMOS, PERO YA NO NOS PREOCUPA LLEGAR.
 En letra de imprenta, con el mismo tipo de inclinación que tornaba inconfundible la caligrafía de su hermano.
 Apenas concluyó la lectura del texto, cuando el papel de la nota se desintegró ante sus ojos, pulverizándose, como si hubiera estado muchos siglos resguardado de la luz solar y no tolerara el contacto con el aire.
 Como si presintiera la situación, abrió con premura el recipiente: la paloma muerta había desaparecido de los desperdicios como si nunca hubiera existido; sin dejar el mínimo rastro.
 Aunque lo buscó afanosamente, no pudo hallar el pequeño tubo con tapa a rosca. Lo que si encontró, fue el par de anteojos bifocales de su cuñada, con marco delicadamente coloreado, que podría llegar a suponer se habría olvidado aquella aciaga noche.
 Virginia pensó con horror, que quizás los necesitara desesperadamente.



                                                               FIN