sábado, 17 de enero de 2015

LO EXTRAÑO DE ESA NOCHE

 La percepción de un crescendo de inquietud, de alteración emotiva y ansiedad que no parecía emanar de un origen determinado, motivaron a Ignacio a abandonar la habitación que alquilaba, suponiendo que salir a la calle le haría bien.
 Pero al pasar frente a la vidriera del local que lindaba con su domicilio transitorio, no se vio reflejado en el cristal.
 Pensó que se había producido algo similar a una ilusión óptica y retrocedió para observarse nuevamente.
 El resultado fue negativo.
 Una sensación de índole desconocida en su extrañeza, en cuanto a su ajenidad a lo consabido así como a su historia personal, se difundió en su conciencia con fuerza irruptora, llevándolo a palparse febrilmente y corroborar que no era insustancial, desde ya, tampoco invisible.
 Preguntó la hora a un peatón a los efectos de confirmar que seguía siendo el de siempre, aunque una sed acuciante, diferente, comenzó a acosarlo.
 No le bastó beber dos botellas de gaseosa en el mostrador de una pizzería. Tampoco, dado que era el anochecer, cenar con vino en un restaurante al que había concurrido en anteriores ocasiones.
 Allí se enteró que la camarera peruana que lo trataba de modo deferente, diciéndole con frecuencia caballero, concluía su turno de trabajo en un breve lapso.
 Después del postre y el café, al salir a la calle, la sed se transformó en un tormento.
 La chica lo obsesionaba: bajita de estatura y de físico menudo, se peinaba con rodete, lo que destacaba el tentador perfil de su cuello moreno.
 Emboscado tras un portal propicio, a metros del establecimiento donde ella trabajaba, decidió aguardar su salida.
 La atacó desprevenida, solo atenta a los whatsapp que intercambiaba desde su celular.
 ¿Cómo se produjo esta conversión?..., pensó con un horror no exento de goce, mientras sus colmillos, repentinamente aguzados, perforaban la garganta de la muchacha, que dejó caer el teléfono y pareció desmayarse.
 Sorbió la sangre con delectación, a pesar del peligro que implicaba la eventual llegada de transeúntes, situación que lo mantenía en alerta.
 Cuando consideró que se hallaba saciado, abandonó a la chica derrumbada como una muñeca rota, para retirarse con premura. Con un pañuelo, se quitó posibles manchas de la barbilla, aunque consideró que realizó la incisión con la mayor prolijidad.
 La primera vez..., estimó apurando el paso, con la plena comprensión de que su destino se trastornó irremediablemente, con una proyección que superaba los límites usuales de la vida humana.
 Un cierto sopor comenzó a embargarlo, quizás resultado de esa necesidad ya aplacada.
 ¿Hasta cuando?..., se preguntó alarmado, pero rápidamente interpretó que la respuesta se la daría el fluir de los acontecimientos. Se encogió de hombros y tomó la decisión de abandonar la ciudad, donde vivía solitariamente empleado en trabajos temporarios.
 Pensó que en algún momento, alguien como él se acercaría para aclararle los misterios de la identidad  recién asumida. No se iba a hacer problema ahora por ese tema..., reflexionó con cierto alivio, dado que tenía la eternidad para descifrar los secretos de su nueva condición.


                                                                        FIN