miércoles, 29 de octubre de 2014

MUZZARELLIANA

 La muzzarella, se esparce gloriosa sobre la masa triangular de la porción, incrustada de aceitunas verdes sin carozo y jaspeada por una lluvia de orégano. Despide aroma de buena pizza, como corresponde al producto emblemático de una destacada pizzería porteña de la avenida Corrientes.
 Norberto, come con delectación. Paladea cada bocado en un ejercicio de deleite culinario, acompañado por un litro de cerveza rubia tirada, deliciosamente fría.
 Se pasa una servilleta de papel absorbente por la boca, ribeteada por un bigote espeso que se continúa en una barba tipo candado, mientras piensa que todo esta bien, que no lo acomete ningún apuro por abordar la eternidad.
 Sonríe..., el carpe diem se impone al memento mori, por el módico precio de un almuerzo en una consagrada pizzería céntrica, donde lo rodea una multitud que ocupa mesas y mostrador. Siente a todos los hombres como hermanos, como si pudiera abrazarlos y decirles que participa de su misma voluntad de luchar contra lo que quiere dañarlos, así sea con sacrificio, con privaciones, con miedo a los abismos.
 Las mujeres le parecen todas esplendidas, sea cual sea su condición, como crisoles de amor y deseo donde cuajan sus propios empeños y los de quienes se adentran en sus misterios.
 Sale a la calle, para incorporarse al pandemónium de un día hábil porteño con vista al obelisco. Dejó como olvidada la pequeña navaja, de templado filo, con la que pensaba abrirse las venas en el baño del local.
 Rodeado de apresurados transeúntes y su carga de pulsiones ajenas, inabarcables en su disparidad, sonríe nuevamente: venció a la muerte por propia mano.., su drama ya perdió densidad.
 Avanza en su desplazamiento entre un sinnúmero de caras, voces, emanaciones de vehículos y toda la vorágine urbana en ebullición. A pocos metros de la pizzería, interpreta que al abandonar el utensilio letal cometió un error.
 Estima que su propósito, debe superar la excelencia de esos maestros pizzeros que la elaboran al molde, de modo tradicional, sin el ahorro de materia prima que significa hacerla a la piedra con su calculado beneficio implícito. Él debería proceder en forma similar, ajena a la especulación espuria.
 Considera que debe rectificar su rumbo: recuperar una determinación ya asumida que se derritió como espesa muzzarella, sobre la masa crujiente de una pizza plena de seducción terrenal.
 Sumido en el agobio, desciende la escalera de un subte que no tenía pensado abordar.


                                                                        FIN