Su yo se disuelve junto con la emanación de sus pasiones, la altisonancia de su individualidad, el desear, el querer y él mismo como sujeto.
Solo está el blanco y la poderosa intuición que anula su racionabilidad, o al menos, la soslaya...
Ahora percibe..., en términos medulares, absolutos.
Logró la unicidad con el cosmos, se convirtió en arco, flecha y actitud.
Los pies firmes pero como en el aire, los brazos expandidos pero integrados a una levedad indefinible, la conciencia consubstanciada con el todo...
Dispara.
La flecha, con una precisión no buscada, impacta atrozmente a su maestro, que rondaba por los jardines del templo del Sojiji, observando con discreción a sus discípulos.
El arquero corrió al lado de la víctima, que antes de morir, esbozó una sonrisa.
-Seischa seichu..., le dijo su Sensei con un hilo de voz, o sea, tiro correcto es golpe correcto.
Su discípulo, no pudo desprenderse de su propio satori en ese esquema paradojal: también distendió sus labios, en una sonrisa similar a la que evidenciaba el cadáver de su maestro.
FIN
El arquero corrió al lado de la víctima, que antes de morir, esbozó una sonrisa.
-Seischa seichu..., le dijo su Sensei con un hilo de voz, o sea, tiro correcto es golpe correcto.
Su discípulo, no pudo desprenderse de su propio satori en ese esquema paradojal: también distendió sus labios, en una sonrisa similar a la que evidenciaba el cadáver de su maestro.
FIN
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