martes, 19 de marzo de 2013

ARQUERÍA KYUDO

 El arquero zen tensa la cuerda.
 Su yo se disuelve junto con la emanación de sus pasiones, la altisonancia de su individualidad, el desear, el querer y él mismo como sujeto.
 Solo está el blanco y la poderosa intuición que anula su racionabilidad, o al menos, la soslaya...
 Ahora percibe..., en términos medulares, absolutos.
 Logró la unicidad con el cosmos, se convirtió en arco, flecha y actitud.
 Los pies firmes pero como en el aire, los brazos expandidos pero integrados a una levedad indefinible, la conciencia consubstanciada con el todo...
 Dispara.
 La flecha, con una precisión no buscada, impacta atrozmente a su  maestro, que rondaba por los jardines del templo del Sojiji, observando con discreción a sus discípulos.
 El arquero corrió al lado de la víctima, que antes de morir, esbozó una sonrisa.
 -Seischa seichu..., le dijo su Sensei con un hilo de voz, o sea, tiro correcto es golpe correcto.
 Su discípulo, no pudo desprenderse de su propio satori en ese esquema paradojal: también distendió sus labios, en una sonrisa similar a la que evidenciaba el cadáver de su maestro.

                                                                       FIN

No hay comentarios:

Publicar un comentario