Quizás impulsado por tal aseveración íntima, impactó su puño contra el espejo mediante un golpe neto, que provocó el estallido del cristal y la laceración de los nudillos de su diestra.
Doblado por el dolor, intentó juntar los pedazos dispersos que refulgían en su fragmentación, tratando de hallar alguno que aún sirviera para mirarse.
-Es el único que tengo...
Mencionó en voz alta aunque se hallaba solo, sabiendo que aunque no la veía completa, en su rostro, debía seguir estampada la sonrisita sobradora de no sabía que.
FIN
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