jueves, 4 de julio de 2013

CAMARADA INSPECTOR PURGANTE

 Yuri Mevgorod, significaba para la población de esa localidad esteparia, perdida en la inmensidad rusa, lo mismo que representaba Stalin para toda la Unión Soviética:
 El hombre forjado en acero..., el venerado padre de los ciudadanos a los que asistía aún sin ser visto.
 Inmerso en la monumental purga aplicada por el poder, que cercenaba carreras, amputaba reputaciones, trasladaba contingentes de centenares de miles a padecer en Siberia, el Camarada Inspector Y.S.Mevgorod
se dedicaba a detectar toda posible transgresión ideológica, en la pequeña ciudad que lo temía y a la que dominaba con su rango. 
 Se consideraba altamente calificado para ejercer la función que le fue delegada, debido a lo cual pudo percibir, que su subalterno Fedor Gorodin se dedicaba a espiarlo. Estimó sin margen de duda, que tal proceder obedecía a instrucciones del estamento superior.
 Mientras se enteraba por el Pravda de las últimas ejecuciones, resultado de inconcebibles juicios celebrados en Moscú, Movgorod decidió aplicar para sobrevivir en ese medio sus conocimientos ajedrecísticos esenciales.
 O sea..., prever lo máximo posible las jugadas del otro; anticiparlas mentalmente.
 Eso fue lo que hizo: se adelantó a su subalterno dando vuelta la situación.
 Efectuó una denuncia en la que lo acusaba de hurgar en su escritorio con fines inconfesables, lo que dado que él era su superior, implicaba causal de detención bajo acusación de espionaje.
 Cuando a los dos días de recepcionada la misma, cuatro miembros del NVKD se llevaron a Fedor Gorodin  del despacho contiguo al suyo, aplicándole golpes en los riñones para calmar sus gritos destemplados, Mevgorod supo que había ganado la partida: su subalterno no pudo tener tiempo de informar nada.
 Para ser exacto, pensó, esta partida, dado que sabía de sobra que nadie se hallaba seguro en los tiempos que corrían. Ni siquiera él, que evidentemente había sido puesto bajo escrutinio por niveles superiores del Partido.
 No era una cuestión de aplicación de justicia, consideró, sino una concatenación de delaciones e infidencias de todos contra todos, en la que en pos de oscuros reconocimientos, se podría generar el exterminio de familias enteras.
 Se encogió de hombros y se dirigió hacia su domicilio, que antes de la Revolución había sido propiedad del mayor terrateniente del pueblo.
 Como tantas otras veces durante la cena familiar, se sentía irritado cuando su hijo de diez y ocho años, en quién proyectaba fuertes expectativas, contestaba a sus preguntas como un loro que repetía los materiales doctrinarios del Partido.
 Si bien detentaba una posición destacada en el Komsomol local, Yuri pensaba que el pertenecer a la Unión Comunista de la Juventud, no debería generar en Vladimir tal dependencia al pensamiento oficial. Esta actitud podría crearle confusión en sus ambiciones personales,en la continuidad dinástica del poder de los Mevgorod en la ciudad, que si manifestaban habilidad, quizás podría llegar a extenderse hasta la misma Moscú.
 El Camarada Inspector, quién no se caracterizaba por su paciencia, reconvenía en estos casos a su hijo de un modo brusco, tildándolo de idiota achicharrado en el fanatismo.
 El joven se sentía perturbado ante este trato, bajando la vista y embargado por oscuros pensamientos, mientras su madre observaba la escena con una sonrisa enigmática. A su vez, luego de producidas estas situaciones, su padre se retiraba hosco de la mesa, estimando que su hijo no se percataba de lo que le convenía, por ejemplo, comer como comían, cuando regiones enteras de la U.R.S.S. sufrían hambre.
 A la semana de la detención de Gorodin, habiendo recibido ya un par de veces a su doliente esposa que lo inquiría sobre su paradero, Yuri Mevgorod vió a los de la NVKD en plena calle, a bordo de un automóvil GAZ M1 color negro.
 Tuvo un acentuado sentimiento de inquietud, ya que no le anunciaron su arribo a la ciudad como en otras ocasiones; incluso, se olvidó del plan sexual, que tenía dispuesto llevar a la práctica con la esposa de su ex-subalterno.
 Interpretó que le convenía acercarse a los agentes, tratando de averiguar por que habían regresado sin solicitar su colaboración; para ello, adoptó la postura que pudiera transmitir más importancia y seguridad en sus vínculos con el poder regional.
 Cuando observó a Vladimir descender del vehículo oficial, le pareció que su corazón se detenía.
 Esta vez, su hijo no bajó la mirada abochornado, sino que la elevó desafiante, fijándola en sus ojos con la vehemencia de los fanáticos ante el deber cumplido.
 De inmediato,del vehículo descendió Irina, su mujer, ofreciéndole la sonrisa enigmática que tan bien le conocía.
 Tras ellos, bajaron los tres agentes de la NVKD, enfundados en idénticos trajes grises de mala factura.
 El Camarada Inspector Y.S.Mevgorod fue introducido en el GAZ de manera ruda, golpeado sin contemplaciones en su zona renal.
 Como buen ajedrecista, avizoró el mate antes de que se produjera, con una pistola Tokarev presionando su abultado vientre mientras era esposado. Estaba siendo preparado para iniciar un viaje que seguramente, pensó, concluiría en la Plaza Lubianka de Moscú.
 Al ver a su mujer y su hijo, felicitados en la acera por evidentes integrantes del Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos, a los que no conocía, supo que había descuidado un flanco que no existía en el ajedrez: el del príncipe heredero presto a jaquear al rey,  con el apoyo de la reina madre traidora.
 Tarde para lamentaciones y aprendizajes, se sometió mansamente a la lógica no analógica de las purgas, que describían geometrías no euclidianas de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba y también, desde adentro.

                                                               FIN







  

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