Los cargos que se presentó contra si mismo, configuraban un conjunto de amplitud creciente; desde nimiedades a las que le confirió importancia y le generaron un estado de malestar prolongado en el tiempo, hasta acciones impropias y negativas, que perjudicaron a terceros y que devenían deplorables en su memoria.
En su descargo, apenas pudo balbucear haber percibido un sentimiento de abandono, durante su infancia, luego de que sus padres se separaron y el se quedó con su madre.
Tal justificación de sus debilidades, vacilaciones y actos que consideraba reprobables, factores determinantes de su vigente infelicidad, le resultaba acomodaticia y casi pueril.Improcedente.
Antes de saltar de la mesa con la soga rodeándole el cuello, su otro extremo sujeto a un tirante del techo, manifestó una reflexión:
Era una magnífica potestad, poder asumirse como fiscal, defensor, juez y verdugo de si mismo.
Siempre se equivocó en su vida, pero nunca delegó responsabilidades en nadie.
Saltó..., cumpliendo la condena que se impuso, a la pena capital.
FIN
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