viernes, 27 de julio de 2012

LAS DOS GUERRAS(COMBATE INAUGURAL)

 El arma de obsidiana quedó suspendida sobre el caído.
 Xlocotl, no atinó a descargar su furia bélica.
 No debía matarlo, solo rendirlo, pero..., observó que en derredor los extranjeros, mataban en el campo de batalla.
 Absorto, vio como mataban asquerosamente mediante truenos a distancia, desde animales enormes que parecían constituir parte de ellos mismos, con el poder del estruendo y la dureza del metal, que también protegía a hombres y bestias del armamento de lo mexicas.
 Ellos practicaban un combate de captura del enemigo, no de ejecución letal.
 De esto, se encargaban los sacerdotes provistos de afilados puñales, en los altares ubicados en la cima de los templos, para lograr la gratificación divina; para que el agrado de los dioses adorados con tanta sangre, se esparsa sobre el imperio como un rocío benefactor.
 Una impresión de que para ellos, los mexicas, todo estaba perdido, surcó su mente.
 En el lapso de inmedible fugacidad en el que primó su estupor, su repugnancia por un modo de guerrear no genuino, contrario a la relación de la tierra con el cielo, fue cuando un proyectil de arcabuz hizo impacto en su rostro.
 La faz del campeón del clan de las Águilas, se convirtió en un agujero orgánico, ornado de jirones de carne y huesos.
 El español caído se reincorporó prestamente, buscando su espada.
 Sonrió..., pensando que estos individuos emplumados como pájaros, hacían la guerra como un hato de idiotas. Al grito de ¡Santiago!..., se reincorporó a la batalla.

                                                                              FIN




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