martes, 7 de agosto de 2012

DESEOS DE MATAR

 Despertó tras sueños densos y obscuros, propicios, al recordarlos en la vigilia, al rencor y al resentimiento.
 Apuró un desayuno frugal, mientras cavilaba en torno a la insatisfacción, que marcaba su síntesis vital desde hacía ya largo tiempo.
 La recordó a ella, su "negra", que lo fascinaba con su piel de morocha extrema y sus redondeces sensuales; también al amigo traidor, con quién ella consumó la infidelidad.
 Rememoró la sucesión de injusticias, que lo sumieron en un puesto laboral que detestaba y que no podía abandonar, ya sea por ascenso o por recambio.
 Conjeturó que quizás su carencia de voluntad superadora, su actitud apocada para enfrentar circunstancias que requerían otra firmeza de carácter, eran los factores que dirigieron su vida a la nulidad de exultancia que la definía; a su soledad sufriente.
 Pero estimó que hoy había algo más.
 Lo detectó al finalizar de afeitarse en forma burda, casi brutal, como si deseara arrancarse el rostro...
 La jeta..., agregó a sus pensamientos.
 Hoy tenía deseos de matar.
 De matar y matarse o de matar y que lo mataran.
 Deseos de matar no con una motivación funcional o placentera. Deseos de matar, como modo de expresar su visión personal sobre el mundo y la vida.
 Como decirle a todos, a los siete mil millones de congéneres que lo rodeaban:
 Algunos van a tener que acompañarme porque solo sería muy triste, sería continuar una historia de paulatino ensimismamiento, que concluiría sin importarle a nadie.
 Comprobó que se estaba retrasando para salir rumbo a su empleo, mientras acariciaba el revolver calibre treinta y dos largo comprado hacía unos días. Lo asesoró el vendedor del comercio, dado que nunca fue afecto a las armas ni a la violencia.
 Le colocó los proyectiles.
 Los deseos de matar, ahora parecían imperiosos.
 Se lo iba a colocar a la cintura antes de partir hacia la fábrica donde trabajaba, cuando observó que no se hallaba solo.
 La vio a ella...
 Negra, brillante, su piel como lustrosa.
 Gordita y tersa. Lo tentaba desplazándose con displicencia por el cuarto.
 Los deseos de matar, lo llevaron a disparar sin tomar puntería, como obedeciendo a un reflejo letal.
 Un estampido, el cañón humeante...
 Impactó el objetivo.
 Su mirada absorta, quedó fija ante los restos casi indiscernibles, de quién fracción de segundo antes había sido un ser vivo.
 Una cucaracha destripada y un agujero en el parquet, fueron el resultado de sus deseos de matar.
 La patrona de la pensión, entró a los gritos a la habitación que le alquilaba y se hallaba sin llave.
 Lo miró entre incrédula y horrorizada.
 Luego observó el agujero y algún jirón del insecto, difícil de reconocer dada su fragmentación.
 Nuevamente lo miró a él, que le ofrecía el arma entre sollozos, como en señal de rendición, gimoteando...
 -La maté..., ella se comportó como un bicho inmundo...


                                                                           FIN

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