miércoles, 22 de agosto de 2012

ENCUENTROS CERCANOS CON ESE TIPO

 Fue su segundo encuentro con ese individuo.
 No era ningún menor inimputable; sin la gorra bien calada con la visera a la altura de las cejas, la edad aparentaba fluctuar entre los treinta y los treinta y cinco.
 Los ojos.
 Las miradas de ambos coincidieron y lo identificó por los ojos.
 Los ojos de un cobarde resguardado tras un arma de grueso calibre.
 Demasiado calibre para un tipo enjuto y de mano chica.
 Esa fue su impresión la primera vez que vio al sujeto, que en ese momento lo encañonaba con un SW Magnum 357, en la oscuridad de la incipiente noche y la soledad de una calle suburbana cerca de su domicilio.
 Él conocía de armas. Aquella vez le dio el celular y la billetera sin resistirse; no quería recibir un proyectil capaz de atravesar un block de motor, proveniente de un arma que parecía exceder en importancia a quién la portaba, que váyase a saber como la consiguió.
 No era para un atracador callejero que actuaba al voleo; quizás, por eso mismo, podría llegar a accionarla.
 Pero no lo hizo. Luego de obtener su botín, el tipo subió al asiento trasero de una moto tipo enduro en la que lo esperaba un cómplice con el motor en marcha, para partir de inmediato con una fuerte acelerada.
 Recordó como en un flash, la impotencia, que en aquella oportunidad laceró su orgullo de hombre de acción.
 Ahora lo tenía nuevamente cerca, esta vez solo y sin arma a la vista.
 El factor sorpresa y la ventaja física, lo colocaron en posición dominante. La paliza que le propinó fue feroz: lo dejó caído sobre la vereda llena de yuyos y tierra.
 Antes de perder el conocimiento, el agredido parecía querer hablar, pero solo emitía un gorgoteo inentendible, escupiendo piezas dentales entre espumarajos de sangre.
 Hubo testigos presenciales del hecho, pero en ese barrio la gente prefería no involucrarse en peleas ajenas, quizás como en todos los barrios.
 Con la situación bajo completo control, buscó el arma de la vez anterior.
 La halló en el bolso gris, decorado con el escudo del club de fútbol Defensa y Justicia, que el tipo portaba cuando aún se hallaba erguido.
 Era de plástico.
 Cuidada en los detalles, de gran similitud con la que replicaba y seguramente fabricada en China.
 Se encogió de hombros y se dedicó a revisar los bolsillos del derribado. Halló unos pocos pesos y una cantidad de marihuana de inequívoco consumo personal.
 Guardó el magro hallazgo y arrojó el revolver con desdén, al lado del hombre con quién se encontró por segunda vez y al que dejó semidesvanecido.
 Se retiró con el paso corto, seguro, del conocedor de los usos y costumbres de la zona.
 Una leve sonrisa distendió sus facciones, mientras musitaba...
 -No me equivoqué la otra vez...
 Este idiota solo podía tener un arma como esa mientras sea de juguete, pero..., estaba oscuro...
 Siguió caminando sin prisa, cruzándose con algunas personas que lo saludaban o miraban con respeto.
 Pero después de haber recorrido un mínimo trecho, se dio vuelta como impelido por cierta intuición.
 Observó como una mujer mayor, una anciana que posiblemente vivía en la cuadra, cubría la cara del caído con un mugriento papel de diario que le alcanzó un cartonero, parado al lado con su carrito colmado de restos del consumo ajeno.

                                                                              FIN






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