lunes, 13 de agosto de 2012

ME LA PAGARAS CUANDO LLEGUE EL MOMENTO

 La frase que lo acompaño varios años, ya sea cuando se afeitaba, en el estado previo al sueño nocturno, en el recuerdo con el que potenciaba su odio, pareció cristalizarse, al enterarse de la muerte del sujeto que era el objetivo de su venganza.
 Muerte natural.
 Ni turbia satisfacción ni alegría:
 El vengador anónimo, todopoderoso, le ganó de mano.
 El momento llegó, pero ajeno a su proceder; para él, simplemente pasó.
 ¿Debería considerar prescrita la afrenta, por la desaparición física de quién la efectuó?...
 Sabía que era así, pero le quedaba el dejo amargo de un propósito personal no cumplido.
 Es que no tuvo la oportunidad de ser reconocido fisonomicamente, en su actitud reparadora del daño que le infringieron.
 Esta insuficiencia, ya sea por su falta de percepción del momento indicado o por los imponderables , le provocaba una sensación de extinción pasional, como si se asimilara a la del cadáver odiado que parecía agraviarlo nuevamente, esta vez, negándole la posibilidad de consumar su respuesta.
 Abandonó el diario en la página de necrologicas y se dispuso a concurrir a su trabajo, confundido, en cuanto al destino de su rencor.

                                                                        FIN

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