miércoles, 15 de agosto de 2012

PAREDES PARLANTES

 Dada la conectividad que existía entre las dos unidades de vivienda contiguas, Gustavo Rafael Falconelli, conocía ciertas intensiones de sus vecinos que no llegaba a interpretar. Debido a razones de trabajo-la jornada laboral y el tiempo de viaje le insumían doce horas diarias, de lunes a viernes-solo podía escucharlos por la noche, al estar ellos en su cocina.
 Esta dependencia, se hallaba separada del departamento de Falconelli por una pared que delimitaba su patio. Él denominaba a este sector, el área indiscreta.
 No es que se dedicara particularmente a esta clase de fisgoneo, pero como en reiteradas ocasiones escuchó expresiones que motivaron su curiosidad, dispuso mayor atención cuando sus vecinos conversaban.
 Esto ocurría entre lunes y jueves, porque aparentemente, no estaban los fines de semana.
 Se trataba de una pareja mayor que vivía en el lugar desde hacía poco tiempo. Las escasas veces que los vio, solo intercambiaron saludos, pareciendo reacios a entablar conversaciones, lo que a Falconelli le resultó satisfactorio, ya que poseía un carácter reservado y poco proclive al trato social.
 El hombre, le pareció amable y de modales delicados, mientras que la mujer, ordinaria en el vestir y de semblante hosco, realzado por lo fornido de su figura.
 Lo más sugestivo de sus charlas, era que parecían comunicarse mediante un código, dado que las frases se alteraban en su coherencia tornando su sentido indescifrable, al menos para la furtiva escucha de Falconelli.
 En apariencia podría asemejarse a un dialogo absurdo, pero Falconelli, individuo culto e informado, consideraba que había algo más.
 Palabras y expresiones tales como sacrificio, dispensador de sentido, lograr el despliegue de su abundancia y otros términos de similar índole suscitante, le proporcionaron a Gustavo Falconelli indicios, de que sus vecinos practicaban un culto secreto.
 En diferentes noches, pudo establecer debido a la reiteración-vocalizada como en un oratorio-de su carne le agradará y su respuesta será nuestra dicha...,que la pareja podría realizar sacrificios rituales.
 Inicialmente, consideró que las víctimas podrían ser gallinas, al estilo umbanda, pero posteriormente entendió que se trataba de un mamífero, lo que le provocó una acentuada repugnancia.
 Su acecho al lado de la pared colindante se tornó casi obsesivo, luego de escuchar que un bípedo inteligente, traspondría el umbral del sacrificio.
 Como no podía creer que se tratará de un chimpancé, pensó en dar parte a las autoridades, pero luego estimó que al no poseer pruebas concluyentes sobre lo que podría ocurrir, su denuncia sería considerada poco seria y no tomada en cuenta.
 Solo le refirió sus sospechas a su novia, quién lo instó a despegarse del asunto y dejar de chusmear.
 No le hizo caso. Consideró contactar a algún periodista para que investigue, pero cuando halló una factura del servicio eléctrico perteneciente a sus vecinos y dejada por error en su domicilio, decidió que era un buen pretexto, para realizar una inspección ambiental de la otra vivienda.
 Les tocó timbre, identificándose como el vecino que quería entregarles la factura de luz que le llegó por equivocación.
 El hombre lo invitó amablemente a entrar, mientras él se negaba por cortesía pero ingresaba a la vivienda.
 -Leticia, el bípedo inteligente transpuso el umbral del sacrificio...
 Escuchó que decía a sus espaldas el dueño de casa con tono afable, pero apenas pudo darse vuelta, cuando la mujer lo aferró desde atrás con violencia y le aplicó un pañuelo con cloroformo sobre nariz y boca, hasta lograr su desvanecimiento.
 

 A pesar de que tras la desaparición de Gustavo Rafael Falconelli, su novia expuso en sede judicial las sospechas del mismo respecto a sus vecinos, la falta de elementos probatorios sólidos hizo que los susodichos no resultaran imputados.
 Como viajaban semanalmente al interior de la provincia, cargando bultos en su camioneta debido a que comerciaban con ropa, no hubo testigos a los que le llamara la atención, si de ese modo subrepticio sacaron a Falconelli del ph que compartían.


 Luego de aproximadamente un año, la pareja mayor, decidió mudarse de la vivienda lindante con la del inhallado Falconelli, que aún permanecía sin ocupar.
 Durante una visita-con fines de compra-a un ph ubicado en un barrio alejado del anterior, escucharon hablar a un vecino, lo que motivó al vendedor a enfatizar las virtudes del inmueble, que a su decir, "superaban el inconveniente de esa pequeña filtración sonora".
 Pero esa conectividad no pareció importarle a los interesados: ofrecieron reservar la propiedad sin bajar la oferta, mientras sus semblantes exhibían amplias sonrisas de satisfacción.    
 El agente inmobiliario, las acompañó con una digna de Gardel. Pensó en su calidad profesional, demostrada al venderle a esos giles tamaña porquería, con defectos de construcción y una vinculación patio de por medio con la unidad vecina, que hacía que se escuchara todo lo que se hablaba con manifiesta pérdida de intimidad; por cierto, recordó que esta situación se atemperaba un poco, debido a que el otro departamento era habitado por un hombre solo que trabajaba todo el día y que en esos momentos, no había concurrido a sus ocupaciones por hallarse engripado y conversaba por teléfono.
                                                                       

                                                                             FIN



 



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