viernes, 30 de noviembre de 2012

152

 Soñó con ese número: rutilaba en un letrero luminoso, confeccionado con tubos de neón.
 Por la mañana, su trabajo en la oficina le impidió jugarlo a la quiniela.
 Como motivado por una idea fija, se dirigió durante el horario del almuerzo a la agencia más cercana, habida cuenta de que había viajado en un colectivo linea 152, interno 152; además, de reparar de improviso en  una patente 152 y de que le tocó procesar un expediente que terminaba en 152.
 Si bien no era un apostador habitual, consideró al sueño y las circunstancias posteriores al mismo, como  premonitorias.
 Jugó fuerte, para sus parámetros, en la vespertina, la nocturna y Montevideo, convencido de que el número era un mandato del destino.
 Pero recorrió muy pocos metros al salir de la agencia de Lotería Nacional, cuando dos motochorros-uno de ellos al comando de una Yamaha de alta cilindrada-lo interceptaron, bajándose el que iba de acompañante, con el propósito de quitarle billetera y celular mientras lo encañonaba con un arma de respetable calibre.
 Un policía de civil-que cumplía tareas de seguridad  en la inmobiliaria de enfrente-impidió el despojo: se identificó e intentó detener a los delincuentes.
 Se generó un tiroteo cuyo resultado fue un asaltante muerto-el acompañante-y otro capturado por la dotación de un patrullero, algunas cuadras más adelante. El efectivo policial resultó ileso, no así, el apostador del 152, que aunque no se resistió al atraco, recibió un impacto-del arma del ladrón muerto-que lo dejó con secuelas que comprometieron seriamente su motricidad.


 Durante el juicio oral sustanciado años después de producido el hecho, contra el conductor de la moto que se hallaba detenido, el apostador del 152-en silla de ruedas-recordó que aquel día acertó con ese número dos cabezas de tres cifras, ganando una interesante suma en relación al monto invertido.
 Con una amarga sonrisa en sus labios, escuchó el número de DNI del ladrón abatido, 17.152.315, así como el del que se fugó y fue capturado, 18.324.152.
 Abrumado por sus circunstancias, estimó que las alertas del destino distan de ser literales, aunque la tendencia humana a la expectativa esperanzada generalmente las interpreta en tono venturoso.
 De todos modos...¿Que se podría hacer?...¿No salir a la calle?...
 El apostador del 152 se encogió de hombros, uno de los pocos movimientos que podía realizar con su cuerpo; pensó que si uno no se movía de su casa, quizás perecía calcinado en un  accidente doméstico.
 Le dijo a su mujer que no se sentía bien, que quería abandonar la sala del tribunal. Ella le hizo caso y empujo la silla de ruedas, mientras el apostador del 152, recordaba que aquel día fue la única vez que ganó a la quiniela. Sintió un fuerte deseo de matarse, pero le pareció improbable que lo llegara a hacer, dado que no podía mover ni sus brazos ni sus piernas.

                                                                    FIN

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