martes, 20 de noviembre de 2012

EL FILO DE LOS CREYENTES

 Tiempos de esplendor para el Islam...
 Bagdad refulge como una joya luminosa:
 Esparce la luz del califato sobre el orbe, abre brechas en la oscuridad de la ignorancia, difunde la verdadera fe del dios único, señalando un camino que comienza con la shahada.
 Ahmed, su atuendo de guerra pegoteado por la sangre propia y enemiga, aplica mayor presión con la hoja de su cimitarra sobre el cuello del idólatra hecho prisionero, finalizada la batalla triunfal para Harún al Rashid, el califa al que sirve en su campaña contra Bizancio.
 El soldado capturado-sus manos atadas a la espalda-sabe que puede preservar su vida emitiendo la sacra frase salvadora, que remite a Allah el Misericordioso.
 Su muerte sumaria por degüello, mutaría en esclavitud e inevitable conversión a eunuco, mediante la ablación de su miembro viril.
 Balbucea..., no puede pronunciarla, aterradoramente absorto, ante estas opciones tan extremas de la misericordia divina.
 Ahmed, procede a cercenar la garganta del vencido, con un sabio desplazamiento del filo del arma, sin duda, aprendido en la práctica repetitiva del tratamiento dispensado a algunos cautivos.
 El caído, inmerso en el charco generado por su propia sangre, le recuerda a Ahmed la ceguera de los adoradores de imágenes, sus vacilaciones, en cuanto a elegir la gloria de unirse a la comunidad de  creyentes.

                                                                           FIN    

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