martes, 27 de noviembre de 2012

EL PASAJERO PERPLEJO

 Era usual que se durmiera en un colectivo, dado que en general, trataba de viajar sentado.
 A los pocos minutos, comenzaba a sentir cierta somnolencia, que se iba acrecentando hasta provocarle un sueño profundo y reparador, incluso, soñaba imagenes inocuas, no perturbadoras..., pero esta vez no fue así.
 Como sus recorridos eran extensos-su tarea de vendedor en el Gran Buenos Aires lo determinaba-el tiempo de sueño se prolongaba gratamente hasta el momento de descender, que por una curiosa especie de programación mental, siempre resultaba el adecuado: nunca se pasaba de la parada debida.
 Esta ocasión resultaba diferente.
 Al despertar, no solo no reconocía el paisaje circundante, sino que era el único pasajero de un vehículo que se desplazaba raudo por calles vacías.
 El chofer, escuchaba una radio que transmitía en un idioma inentendible, que le parecía muy extraño.
 Se incorporó terciandose el portafolios, mientras detectaba que había oscurecido abruptamente.
 La mañana parecía haberse convertido en la hora crepuscular.
 Se adelantó hasta el sitio del conductor y le preguntó donde se hallaban, aturdido por el vocinglerío ininteligible proveniente de la radio.
 El interpelado, no le respondió y aceleró bruscamente, haciéndole perder la estabilidad.
 La velocidad que llevaba el colectivo, era desproporcionada para un medio público de transporte; si no colisionaba, era por la ausencia de personas y rodados en las calles por las que transitaba.
 Conmigo no se jode..., pensó, aferrando al hombre que iba al volante por el cuello.
 -¡Frená, hijo de puta, sino te parto el cogote!..., le gritó con desesperación.
 El individuo le hizo caso, estacionando en una esquina vacía.
 El rostro del chofer le pareció tan indeterminado, que era como si todas las fisonomías humanas se hubieran fundido en una sola. Todas las edades y latitudes parecían haber aportado, para configurar la faz de quién lo miraba con una expresión enigmática, más allá del odio, la discordia o la simpatía.
 Le dijo:
 -Debemos seguir viaje..., en un español desfigurado por inflexiones y  modismos imprecisos.
 -¿Hacia donde?...
 Le preguntó el pasajero, en tono ansioso.
 -Hacia ninguna parte y hacia todas.
 No esperó respuesta. De inmediato, puso en movimiento al vehículo, que nuevamente tomó inusitada velocidad.
 El pasajero, perplejo, recreó una imagen mental como esfumada en su definición, en la cual el colectivo en el que viajaba profundamente dormido, pareció estallar en un choque terrible, aunque no recordaba si llegó a despertar.
 Desconcertado, se sentó cerca del conductor, mientras el rodado atravesaba velozmente esa ciudad desierta.
 Pasados unos minutos, decidió tratar de relajarse y esperar los próximos acontecimientos, mientras pudo leer fugazmente un cartel que parecía identificar una localidad:
                                                            VILLA ZAMUDIO
 Ese nombre, pareció activar algo en su psiquis que le generó un incipiente estado de comprensión, aunque le era por entero desconocido.
 Ahora, el exterior parecía inmerso en una noche cerrada, que iba cubriendo esa metrópolis iluminada pero desierta, con una capa de oscuridad envolvente que parecía querer disolver la luz artificial.
 Pensó que hacer:
 ¿Recordar a sus seres queridos?...
 ¿Sentir nostalgia por su vida anterior?...
  Se encogió de hombros: sabía que su sueño se había fundido en la eternidad.
  Sereno, sintió una incipiente curiosidad por saber como proseguiría todo, teniendo en cuenta que el tiempo ya carecía de sentido y el porvenir era ilimitado

                                                                  FIN









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