lunes, 15 de octubre de 2012

PRECOLOMBINOS

 La naturaleza de ese pueblo de belicosos canoeros, al igual que la de algunas bestias, era decididamente depredatoria.
 Lo sabían muy bien sus ancestrales víctimas, los tainos, que luego de capturados y sacrificados, determinaban el festín antropofágico de los vencedores, quienes tambien se habían quedado con sus mujeres.
 De estos varones derrotados, la parte preferencial de su cuerpo la constituían los testículos, donde radicaba la fuerza viril que mediante una transmigración de índole chamánica, potenciaría el ímpetu destructor del guerrero triunfante, así como su capacidad procreativa.
 En el criterio que regía los ciclos vitales de quienes fueron denominados caribes, el mandato atávico del macho era matar y engendrar, en ese orden.
 Justamente, debido a lo mencionado, el joven guerrero Saao no comprendía, porqué luego de acceder a la parte que le correspondió de esa ingesta sacramentada, su deseo sexual decayó tanto como su ferocidad. La tribu, ya lo observaba con manifiesta extrañeza.
 Una idea atroz comenzó a instalarse en su mente:
 Parecía que el resultado de la acción caníbal-propia de su etnia-era inverso al buscado.
 Si bien nunca había visto a ninguno, conocía sobre la existencia de ciertos hombres...
 ¿No se habría comido los genitales de un enemigo invertido?...
 Ese sentimiento pavoroso, se agudizó al detectar que comenzaba a exhibir ademanes femeninos, además de mirar con inquietante agrado a los otros guerreros, quienes le sonreían de modo aún más inquietante.

                                                                 FIN

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