jueves, 11 de octubre de 2012

GIOVANNI DI MONTELUCO Y LAS TINIEBLAS

 Quizás la palabra, nigromante, era la más aproximada para definirlo, por parte de sus comtenporáneos.
 En una época de escasas precisiones y oscuras intuiciones, Giovanni di Monteluco, quiso escudriñar la composición de las tinieblas; no las producidas por una condensación atmosférica, sino las otras, las adjudicadas al averno, las contrapuestas a la Jerusalén Celestial.
 Dificilmente, el año 999 D.C, le fuera propicio para desarrollar tales afanes.
 La anunciada venida del anticristo para el fin del milenio, predisponía los ánimos en contra de quién buscaba con denuedo, desbrozar, en términos alquímicos, la naturaleza ígnea del infierno y sus vapores sulfurosos.
 Fundamentalmente, que respiraría la inmensa mayoría de la humanidad-condenada por sus actos y pensamientos terrenales-en ese estrato dominado por el ángel caído y sus secuaces.
 Tales indagaciones experimentales realizadas en sigilo, no pudieron evitar trascender públicamente, develadas mediante delaciones e intrigas vecinales.
 El hombre, aprehendido por la autoridad militar y puesto a disposición del poder, en sus vertientes territoriales y sacras, intentó convencer al flamante papa Silvestre II y al rey Otón III, de que sus investigaciones perseguían una finalidad útil a la cristiandad, en esos tiempos terribles.
 No lo consiguió, a pesar de que el papa Gerberto de Aurillac, era afecto a crear artefáctos astronómicos y a la ampliación del conocimiento.
 Su búsqueda químico-espiritual, despertó más sospechas que adhesiones.
 Su final fue brusco y violento. Un año antes, Otón III hizo cortar la nariz, la lengua y las orejas del antipapa Juan XVI; por cierto, las magnas discrepancias se manifestaban con la mayor atrocidad.
 Se le recomendó a Giovanni di Monteluco, que prosiguiera con sus desvelos pero in situ, por lo tanto, si podía establecer contacto desde el inframundo-se consideró que era proclive a estas prácticas-podría llegar a exponer conclusiones y no meras interpretaciones especulativas.
 Definitivamente, no era una época favorable para espíritus inquietos como el suyo.

                                                                    FIN


     

No hay comentarios:

Publicar un comentario