domingo, 13 de enero de 2013

VODKA Y JUGO DE TOMATE...

 No recordaba cuanto tiempo, llevaba acodado en la barra del bar, ajeno a otros parroquianos, a un par de mujeres interesantes y a la hora.
 Proseguía bebiendo los mejores Bloody Mary de su vida, casi con unción, alabando mentalmente la calidad de ese barman excepcional.
 Periódicamente, palpaba el arma que llevaba a la cintura, oculta por el saco abrochado.
 En esos momentos, recordaba porqué se hallaba en el lugar y cual era su tarea: Matar a alguién.
 Asesinato por encargo..., estas tres palabras parecían estallarle en la mente.
 Sabía que se resistía a lo que implicaban.
 Nunca había matado. Jamás supuso que podría llegar a hacerlo por un pago.
 La necesidad puede perforar todo límite moral..., fue una reflexión que cruzó fugaz su entendimiento, abotagado por el alcohol.
 Por otra parte, le habían entregado el 50% de lo pactado en forma anticipada. Sabía que debía proceder y hacer efectivo el compromiso asumido.
 Además, le urgía cobrar el 50% restante, que le sería oblado luego de consumar el hecho.
 Cada cóctel que reiteraba, era registrado por su conciencia como que debía ser el último..., pero no lo era.
 Cuando ya peligraba su estabilidad sobre el mullido taburete, solicitó la adición, que resultó gravosa, tal como era dable esperar.
 La saldó con dólares de los recibidos a cuenta de ejecutar el trabajo que abandonaba.
 Miró a los ojos al barman, un tipo de unos cuarenta años, sonriente, de semblante afable, revelador de buena disposición para la actividad a la que se dedicaba.
 Lo obsequió con una propina de veinte dólares, que el profesional de la coctelería agradeció con natural cordialidad.
 Le resultó curioso que el bebedor que se alejaba esquivando mesas y sombras, no hubiera cambiado una sola palabra con él, durante la larga sesión de ingesta alcohólica.
 Cierto que más de quince años mezclando bebidas, le habían enseñado que no convenía forzar una conversación con el cliente; que cada bebedor excesivo tenía motivos que a veces no resultaban nítidos, ni siquiera para el propio sujeto.
 Él no era psicólogo para descifrar esos motivos, ni le importaba hacerlo.
 El hombre que trasegó ocho Bloody Mary, ya en la calle, pensó que ese barman de excelencia que le aplicaba al cóctel, la exacta proporción de salsa Tabasco y salsa Worcestershire que la mixtura requería, jamás supondría el motivo que lo llevó a beber en exceso.
 El mismo, consistía en que debía matarlo a balazos, no por razones personales, sino por el cumplimiento de una misión remunerada, de la que desconocía todo lo concerniente al móvil.
 Se alejó del bar caminando en forma algo sinuosa, cavilando sobre como resolver la situación problemática en la que se hallaba comprometido.
 Era difícil.
 No podía devolver el 50% recibido porque ya no disponía de la suma. Incluso, parte de la misma, se la había anticipado a la clínica privada de desintoxicación donde debía haberse internado, luego del resultado negativo que obtuvo con Alcohólicos Anónimos.
 

 El individuo maduro, trajeado, de aspecto distinguido, que se hallaba a bordo del auto de alta gama estacionado frente al bar, habló mediante su Blackberry.
 -No lo hizo. Salió completamente borracho del bar.
 La respuesta de su interlocutor telefónico fue categórica.
 -Yo le dije a Alpha que no se podía contratar a un tipo con tendencias alcohólicas para este trabajo. Es como poner al zorro a cuidar el gallinero...
 Ahora, aunque intente devolver lo percibido, no puede quedar con vida.
 Vd. contacte a Épsilon, para comunicarle que hay dos objetivos.
 Esto pasa por querer ahorrar y no recurrir a verdaderos profesionales.
 Siempre le sugerí a Alpha que lo barato sale caro...
 -O.K.
 Fue la respuesta del hombre que puso en marcha el BMW.
 Mientras encendía el aire acondicionado, consideró que Alpha era sumamente reacio a recibir sugerencias, así como era proclive a atribuir la responsabilidad por sus errores en los demás.
 Comenzó a conducir el auto sumido en un estado de preocupación y ansiedad, dado que conocía la inclinación de Alpha, a establecer que no quede ningún testigo de sus equivocaciones.

                                                                         FIN










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