lunes, 7 de enero de 2013

CROTOS EN COMBATE

 Ambos se miraban desafiantes, sosteniendo por el pico, sendas botellas de cerveza rotas.
 Se desplazaban con parsimonia, atentos al proceder del otro, acompasando el propio a una cuasi danza intimidante para el adversario.
  Los dos individuos, parecían próximos a despedazarse.
 A desfigurarse los rostros con el vidrio cortante, a producir el estallido de la femoral del oponente, a matarse..., exhibiendo muecas de desprecio en los fieros semblantes.
 Los movimientos circulares proseguían, pareciendo que ninguno quería lanzar la primera estocada, el primer ataque a fondo.
 Testigos de la siniestra circunvalación, había pocos:
 Otros dos linyeras miembros de la ranchada, uno de los cuales se hallaba dormido, completamente beodo.
 Los giros y contragiros prosiguieron durante más de media hora, sin que ninguno de los contendientes realizara acciones ofensivas.
 Hasta que uno de ellos cayó al suelo del baldío, emitiendo el ronco estertor del sueño dipsómano.
 El otro, el croto Cildañez -apelativo tomado del arroyo cuyos aledaños frecuentaba- cesó la pelea no consumada, la que solo resultó un amago de combate.
 Se sobó los derruidos tiradores, que sostenían una bombacha bataraza usada sin miramientos, sin lavados ni consideración. También constató que sus alpargatas tamberas, la suela robustecida por una capa de bosta reseca, no habían sufrido más deterioros que los que ya tenían.
 Posteriormente a este control de averías, arrojó lejos el trozo de botella de la cervecería de los Bemberg.
 Se acercó al fuego crepitante, alimentado con madera de cajones de manzanas.
 -Nos vamos de Río Negro..., compañero Gandolfo, la cosecha ya terminó y rumbeamos con el primer carguero que vaya para arriba. No quiero seguir debiendo muertes.
 -No lo mató..., le contestó Gandolfo sin tutearlo, se cayó de borracho, nomás...
 Ni lo tocó con la botella partida.
 El croto Cildañez, engulló una sardina de olor más que sospechoso que halló en una lata.
 Habló, luego de un largo trago de una caña desastrosa.
 -Yo no necesito para vencer desgarrar la carne del enemigo, Gandolfo.
 Yo los mato metafóricamente..., de aburrimiento.
 De esperar un primer paso de mi parte para poder contraatacar..., pero esa circunstancia nunca llega.
 Después de un tiempo de vueltas y contravueltas, caen agotados por el hastío de esperar al pedo, quizás como si entendieran que lo mejor que les puede proporcionar sus vidas sea el sueño.
 -¿Porqué no atacan primero?..., preguntó Gandolfo, reflexionando en que alguna vez escucho la palabra metafóricamente.
 La respuesta no se hizo esperar:
 -Porque son cobardes.
 -¿Y Vd.?..., replicó Gandolfo.
 Cildañez lo miró de un modo curioso, que a su interlocutor le resultó inquietante.
 Le contestó:
 -Yo soy cauto.
 Gandolfo se encogió de hombros.
 Siempre pensó que ese tipo, con ese léxico, se hallaba mezclado entre los crotos por propósitos que no  llegaba a descifrar.

                                                         FIN





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