martes, 16 de noviembre de 2010

Si un individuo...

netamente involucrado,dedicado por entero al mal, carece de la presencia de todo ser vivo no microscópico donde ejercer la práctica de tal atributo...¿Que le queda?...
Estimada gente, les presento:


                                      UN CACHO DE SOL...

Algo difícil, por cierto, de vislumbrar en la celda de castigo.
El hombre sabía que ese era su ámbito.
El confinamiento en solitario era mas que una condena, un destino.
Se sabía un apéndice del mal.
Dicho de otro modo: odiaba al género humano, odiaba toda forma de vida, odiaba la vida y se odiaba a si mismo.
Interpretaba claramente que su opción por el mal fue voluntaria, allende las circunstancias que muchas veces pueden ser modificables.
Se consideraba culto. Al menos, dado que su conducta nunca le permitió ser bibliotecario, accedió siempre que pudo a las bibliotecas carcelarias.
Conocía el cuento de Macedonio Fernández en el que un humano, torturaba a una humilde plantita sometiéndola a estrés hídrico.
Con los años y las lecturas, se enteró que era un procedimiento empleado por algunos enólogos con las vides, para retardar la cosecha y lograr mayor grado Baumé, o sea, uvas que naturalmente den un vino más dulce.
Su problema era que en esa maldita celda, no había nadie a quien hacer sufrir.
Ni un maldito bicho.
Por otra parte, se hallaba restringido en sus movimientos como para hacerse daño a si mismo.
Dejarse morir de hambre le parecía indigno: debía vivir para que el mal siguiera esparciéndose.
Este era el primer deber del adepto: sobrevivir y extender su fe.
¿Como desarrollar el mal en estas condiciones?...
Atacar a un guardia era imposible.


Descubrió un mínimo rayo de sol en la lobreguez de la celda.
Día a día, parecía crecer un centímetro.
Ya podía generar una mínima sombra sobre él.
Con la manta, lo fue cubriendo deliberadamente hasta reducirlo a su expresión mas escueta.
Disfrutaba privando a su carne de esa ranura luminosa de unos cuatro centímetros de longitud.
Solo dejaba que menos de un centímetro de su cuerpo sea contactado por el sol.
-Maldito...dijo en voz tan alta como se lo permitía su mascara-mordaza tipo Hannibal.
De haberse podido ver su boca acostumbrada al fruncimiento, se percibiría un atisbo de sonrisa.


                                         FIN

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