miércoles, 10 de noviembre de 2010

.Hay crimenes que por sus características...

dejaron impronta en la mitología urbana porteña. Hubo uno, en la segunda década del siglo pasado, del que conozco aspectos no públicos absolutamente inéditos, aunque el tiempo ya haya devastado la memoria del hecho, la faz de sus protagonistas, las oscuras razones o sinrazones que lo desencadenaron.
 Justamente, por la pérdida de toda vigencia periodística del asunto, por la carencia de significación histórica de quienes intervinieron en el mismo-voluntaria e involuntariamente-la literatura se adentra en el rescate de un suceso ya velado por el olvido, que es hacia donde concurren las pasiones fenecidas.
 Al hablar de literatura,en este caso, hablo de narrativa breve.
 Con Vds.:


                                          28 DE DICIEMBRE

 -La inocencia no me vale...
 Le dijo Augusto Conrado Schneider a su socio, cuando aún se conservaba el recuerdo del Centenario y el calor era insoportable en la Ciudad de Buenos Aires, para los varones de cuello duro y plastrón.
 Las risas de su socio, ante la broma pesada que hizo reaccionar al burlado, se desbordaron como una cisterna inundada.
 Augusto, hombre de bajo perfil, timorato y algo enclenque, intentó pegarle.
 El otro lo esquivó burlón:
 -Así que te retobás, mamerto..., las risas acompañaron la retirada de Augusto.
 Nunca se sabrá porqué ese atisbo de bravura trunca de Augusto Conrado Schneider, no tuvo consecuencias sobre su humanidad, mientras otro más elaborado e inteligente culminó en un asesinato y descuatizamiento.
 Aquello sucedió el día de los inocentes del siguiente año. La víctima de la chanza fue Miguel Ernst, el socio de Augusto Conrado.
 Quizás el alemán Ernst no soportó la posibilidad de una modificación del carácter dócil del otro, que pasó ese 28 de Diciembre de inocente estúpido, digamos, a bromista pesado.
 Los temas que afectaban el pundonor eran muy serios en esos tiempos.
 El registro oficial, indica que los restos descuartizados de Augusto Conrado fueron arrojados a los lagos de  Palermo; incluso, dieron origen a una cancioncilla popular pre-era mediática.
 Acercándonos a cien años de ocurrido el suceso, yo les digo que lo que la policía extrajo de los lagos no era lo que dijeron hallar.
 Augusto Conrado Schneider, nunca tuvo el coraje de enfrentarse a su socio para hacerlo víctima de una broma feroz; cuando se quiso vengar de lo del año anterior, contrató a un doble fisonómico que desconcertó al habitualmente beodo Miguel Ernst, convirtiéndolo -ataque de furia mediante-en el asesino y descuartizador de quien creyó era su socio.
 Esta situación-se lo había dado por muerto-fue aprovechada por el supuesto occiso para rehacer su vida en Brasil, hastiado de un Buenos Aires que hasta ese momento, solo le había deparado indignidades.
 En la lejana Bahía, consiguió adoptar otra identidad, desarrollando otro trabajo y otros esparcimientos, así como disfrutar las atenciones de una criada negra con quien tuvo tres hijos, a los que si bien no reconoció, nunca dejo de encargarse de su manutención.
¿Como lo sé?...Me guardo la respuesta, aunque podría ser...
¡Que la inocencia les valga!...


                                         FIN

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