domingo, 2 de enero de 2011

Dicen que si van dos personas en un bote, una debería ser capitán...

Puede que en ciertas condiciones, no haya consenso para tal designación.
Hummm..., esto puede ser malo, muy malo...
Los invito a leer la siguiente pieza de narrativa breve, perteneciente al libro que titula el blog.
¡Feliz ano nuevo!...como decía un proctólogo.


                                           ¡TIERRA!...

El bote sumamente deteriorado y los dos individuos masculinos que lo guían como pueden-un par de remos rotos y el timón sin duda averiado-dan la idea de la supervivencia de un naufragio.
Sin costa a la vista.
Quizás, además de náufragos, son inmigrantes clandestinos que sobrellevan una travesía azarosa.
Sus ropas están hechas jirones y la piel de ambos mal quemada por el sol.
Todo es monotonía: mar planchado, calma chicha.
No cruzan palabra alguna.
El que lleva reloj, señala latas de conserva y sachets con agua.
Comen y beben con avidez controlada, observándose con atención vigilante.
Los sachets poseen tapón a rosca y ellos solo beben una cuarta parte del contenido.
Se miran de soslayo.
La comida que excede la ración establecida, es guardada en recipientes herméticos que tapan con una lona.No poseen otro medio para preservar los alimentos de las altas temperaturas diurnas.
Reiteran el mutuo escrutinio: una vigilancia exhaustiva del uno hacia el otro.
Llevan rumbo Este, hacia Levante, con la precariedad del timón es estado deficiente.
 Defecan fuera de la borda mirándose con atención.
Lo mismo durante las micciones a sotavento.
Llega la noche; se turnan para remar y para dormir en un acuerdo tácito.
 No se hablan.
Se comunican con gestos, con ademanes.
Duermen sobresaltadamente, mirándose, siempre mirándose.
Es posible que en esas aguas haya tiburones...
La mañana vuelve a repetir las características de los últimos días.
Por la tarde, se levanta un viento sostenido que acelera el avance mediante una vela improvisada.
En cierto momento, uno de los individuos remueve de un baúl vestimentas y enseres, que pertenecieron a mujeres, niños y otros hombres, que ya abandonaron la travesía.
La mirada del otro es amenazante:
No debe manipularse lo que posee un carácter votivo, como sagrado.
Pero quien desordenó los elementos sorpresivamente grita:
-¡Tierra!...
Una linea difusa se divisa en el horizonte.
-¡Tierra!...
Repite con voz gutural.
El otro lo confirma con un asentimiento gestual, mientras aferra un bichero oculto bajo una tabla del piso de la pequeña embarcación.
Lo blande ofensivamente, el gancho de la punta presto a desgarrar.
Su compañero puede desprender un remo partido y se establece a bordo una lucha a muerte.
Ambos caen al mar, uno con heridas sangrantes y el otro aturdido por un golpe en la cabeza.
Se ven aletas dorsales acercándose.
Los dos emiten gritos salvajes.
El odio de los hombres se convierte en el festín de los escualos.
Una mano izquierda queda flotando brevemente;en su muñeca cercenada, un reloj marca una hora ya sin expectativas para su propietario, antes de perderse el conjunto en las fauces de la bestia.


                                                  FIN

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