lunes, 3 de enero de 2011

.Estimados lectores/as, buenas tardes. A veces, en las horas pico, resulta difícil...

abandonar el vagón del tren suburbano que se abordó. La masa humana que lo obtura parece decir... ¿Te arrepentiste?...¡Jodete!...y se cierran las puertas.En segundos, la formación inicia su marcha.
Les recomiendo leer la siguiente pieza de narrativa breve que pertenece..., ya conocen como sigue.
Mis mejores deseos para el año que comienza. Saludos.

                                          ALGO ANDA MAL

El individuo sube al tren en horario pico, como todos los días.
Los sonidos de la estación terminal estallan, como siempre, en una variada cacofonía.
Se coloca-casi asfixiado-al lado de una puerta, aunque la masa compacta lo empuja hacia adentro.
El tren es del servicio electrificado.
Siguen subiendo pasajeros hasta lo inconcebible.
El individuo soporta la presión de la multitud con estoicismo, pero no puede evitar la crispación en su rostro.
Carga un portafolios en bandolera.
Los demás pasajeros revelan semblantes torvos, otros mas afables, jóvenes, maduros, viejos...un 30% de mujeres.
Parecería que ellas sonríen veladamente y los hombres no.
El individuo recorre el entorno fisonómico.
Nota diferencias con las caras de todos los días:
Los apósitos tipo Curitas, que cruzan horizontalmente el pómulo derecho de los hombres-solo el de los hombres-se convierten en un signo masivo.
Ante esto siente sorpresa, luego manifiesto estupor y finalmente, un grado de inquietud que deviene en angustia.
Los pasajeros no hablan entre ellos, incluso, quienes aparentemente viajan juntos.
Todas las voces y sonidos que oye provienen del andén. En el vagón, silencio ominoso.
Cuando el individuo intenta dificultosamente salir, se cierran las puertas, obligandolo a viajar en el coche atestado.
El tren comienza su marcha y él se haya desesperado, intentando demostrar que no entró en pánico.
Manotea como puede su celular y por agenda llama a Vanesa.
-¡Hola mi amor!...
-Vane, algo anda mal...
No puede seguir hablando, porque ve una mano callosa que sostiene una antigua hoja de afeitar por el dorso, cerca de su mejilla.
El celular se desliza hacia el piso del vagón, mientras un alarido supera el estrépito que provoca la marcha del tren.
Gotas de sangre caen sobre el piso.
El rostro de una mujer de mediana edad, de aspecto rústico, evidencia una enigmática sonrisa.
Al individuo cortajeado, le recuerda la de la Gioconda, antes de perder el conocimiento pero sin caer, dado que un robusto par de brazos lo impide sujetándolo desde atrás, mientras que un tipo flaco, vestido con ropa de trabajo, aproxima un apósito tipo Curitas a su rostro.
Vistos con detenimiento, estos apósitos evidencian algunas diferencias con los usuales, incluyendo un pequeño rotulo en color negro estampado en un extremo del producto, que expresa: SOS MIO, acompañado por un diseño similar a los de las marcas que se estampan a fuego en la grupa del ganado, para legitimar su propiedad.

                                                             FIN

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