viernes, 28 de junio de 2013

SIN SOPORÍFEROS

 Se desperezó con el bienestar proporcionado por un descanso reparador.
 A diferencia de lo usual, esa noche no se levantó para ir al baño, ni se despertó por el ulular de una sirena de ambulancia distante u otros sonidos que solían interrumpir su sueño, caracterizado por resultar liviano.
 Lo sorprendió la oscuridad que lo rodeaba; a la hora que presumía, la claridad debía colarse tras la cortina.
 Palpó el costado derecho de la cama y lo halló vacío: su mujer ya se habría levantado.
 La idea de que el despertador no sonó, se impuso como un estallido en su mente.
 Pensó que iba a llegar tarde a su trabajo y manoteó sobre su mesa de luz, intentando aferrar el reloj y poder ver la hora.
 No lo halló.
 Trató de incorporarse, pero no pudo hacerlo.
 Parecía que una fuerza desconocida lo adhería a las sábanas.
 A su vez, no estaba seguro de hallarse despierto.
 Como en una ráfaga mental, comprendió que si todo era un sueño, el mismo no iba a finalizar nunca.
 No le otorgó importancia a esa certidumbre.
 Se colocó en posición decúbito dorsal dispuesto a acceder al nivel profundo, aunque no distinguía claramente si abandonaba la vigilia o si nunca había accedido a ella.
 Tampoco sabía si por un breve lapso, había interrumpido el sueño eterno; incluso, si esa luz de inconcebible resplandor que distinguía como al final de un túnel, no era en si misma un sueño.

                                                                    FIN

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