A diferencia de lo usual, esa noche no se levantó para ir al baño, ni se despertó por el ulular de una sirena de ambulancia distante u otros sonidos que solían interrumpir su sueño, caracterizado por resultar liviano.
Lo sorprendió la oscuridad que lo rodeaba; a la hora que presumía, la claridad debía colarse tras la cortina.
Palpó el costado derecho de la cama y lo halló vacío: su mujer ya se habría levantado.
La idea de que el despertador no sonó, se impuso como un estallido en su mente.
Pensó que iba a llegar tarde a su trabajo y manoteó sobre su mesa de luz, intentando aferrar el reloj y poder ver la hora.
No lo halló.
Trató de incorporarse, pero no pudo hacerlo.
Parecía que una fuerza desconocida lo adhería a las sábanas.
A su vez, no estaba seguro de hallarse despierto.
Como en una ráfaga mental, comprendió que si todo era un sueño, el mismo no iba a finalizar nunca.
No le otorgó importancia a esa certidumbre.
Se colocó en posición decúbito dorsal dispuesto a acceder al nivel profundo, aunque no distinguía claramente si abandonaba la vigilia o si nunca había accedido a ella.
Tampoco sabía si por un breve lapso, había interrumpido el sueño eterno; incluso, si esa luz de inconcebible resplandor que distinguía como al final de un túnel, no era en si misma un sueño.
FIN
Tampoco sabía si por un breve lapso, había interrumpido el sueño eterno; incluso, si esa luz de inconcebible resplandor que distinguía como al final de un túnel, no era en si misma un sueño.
FIN
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