jueves, 6 de junio de 2013

SOBRE SU CORCEL

 La capa al viento, el yelmo con la visera baja como si se aproximara al combate, el caballo de guerra a paso lento pero seguro.
 La lanza en ristre, presta a la acometida.
 El caballero, entre la niebla de la madrugada, recorre la senda convertida en lodazal por las recientes lluvias,  contorneada su marcha por la más absoluta soledad. Acorde a su propia condición de caballero andante, cultor del silencio y los actos vindicatorios a favor de los desamparados.
 A su vera, un gordo barrigón carente de actitud marcial, escolta su andar sobre el lomo de un pollino, a sabiendas, que lo nutre la picardía así como a su amo, las elevadas reglas del código de caballería.
 El guerrero es alto y flaco, de rostro enjuto y facciones marcadas, barba escueta y ojos de águila, apostura declinante.
 Detiene su cabalgadura, al fin, en ese agotador transitar por el erial que es la comarca de la Mancha.
 Observa el pueblo cercano: sabe que se denomina Toboso. Allí mora aquella que le inspira sus más etéreos ideales, aplicados duramente sobre las fantasías de la carne y su embelezo, en aras del amor cortés y lo que ello implica, para su estatura de varón consagrado a esparcir la justicia.
 Ante la visión del misérrimo poblado, que tanto significa para él, el caballero habla, la adarga bien ceñida contra su brazo izquierdo:
 -Ved esta población..., le espeta a su servidor.
 Llegará un día en que se convertirá en una ciudad gótica..., floreciente en riqueza y delitos, donde quizás, otro justiciero deberá proteger el peculio de los poderosos pero sin ofender a los débiles en tal menester.
 -Yo también lo vislumbro..., mi Señor, hasta pienso que tú adquirirás los atributos del murciélago y yo te secundaré con una R sobre mi atuendo..., le responde el gordinflón.
 El caballero de la figura no lozana medita estas palabras; de inmediato, dice:
 -Sandeces..., mientras imagina molinos convertidos en gigantes, que nunca podrán ser superados por maleantes caricaturescos. También, que potenciales difamadores del futuro, colmados de infamia, podrían llegar a sugerir que él y su escudero se dedicaban al vicio nefando, en las largas travesías en busca de entuertos para deshacer.
 Olvidando las posibles calumnias del porvenir, se dispone a ingresar al burgo donde se halla la que desbroza sus sueños, la bella entre las bellas..., la tosca moza del muladar; esto último, lo erradica de su mente como pensamiento contaminado. Lo suyo, es deambular entre los sueños.

                                                                   FIN




  

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