jueves, 28 de junio de 2012

TEATRO SUBTERRÁNEO

 Ascendieron al vagón -pocos pasajeros, todos sentados- propalando el vocinglerío usual de estos actores ambulantes, que protagonizan un sketch entre estación y estación.
 Se trataba de dos muchachos muy jóvenes, sin duda irreverentes, que con los rostros pintarrajeados emitían frases sin sentido, acompañadas por risotadas, con el aparente propósito de molestar a un público no participativo; por cierto, cautivo del espectáculo, en el sentido más estricto del término.
 -¿Son idiotas?...
 Le preguntó un individuo de mediana edad a su hija veinteañera.
 -Son actores. En este caso, actúan la idiotez.
 La respuesta no conformó al sujeto, visiblemente alterado.
 -Actúan la idiotez, porque para estos tipos es lo más fácil de representar, le explicitó a su hija.
 A pesar del estrépito que producía la marcha, uno de los actores lo escuchó.
 Se plantó a su lado y le propinó un sonoro bofetón, con un guante de cabritilla, que extrajo de un bolsillo de su mameluco gris de operario.
 -No le permito su improperio, caballero: lo reto a duelo. Espero que sepa comportarse como tal.
 Le enviaré mi padrino.
 El estupor del agredido por el comediante, sumado al del resto de los presentes, pareció colmar el vagón como con una sustancia espesa.
 En segundos, el otro actor, se ubicó junto al pasajero afrentado y le habló con tono enérgico.
 -Elija armas. El duelo será a muerte y prescindiremos de médico.
 El retado se incorporó dificultosamente -la formación tomaba una curva- e intentó aplicarle una trompada al del guante, que la esquivó con aparatosidad, más por juvenil sentido del equilibrio que por conocimiento de las fintas en pelea.
 -Vd. no es un caballero, no eligió armas...¿O piensa matarlo a trompadas?..., recuerde que el lance es a muerte.
 Le dijo el padrino, mientras le entregaba a su patrocinado un arma de fuego de pequeño calibre.
 -Dado que no hizo uso de su derecho a elegir, su retador elige pistola y Vd. se jode por boludo, agregó en tono solemne.
 Sin darle tiempo a un segundo ataque, el actor armado disparó contra su rival, derribándolo, haciendo que se aferrara el brazo derecho empapado en sangre, entre ayes de dolor.
 Su hija emitió un grito estridente, mientras padrino y representado se dedicaban a sustraer billeteras y celulares-a punta de pistola- que depositaban en una galera farsesca a medida que los iban recogiendo, sin omitir darles las gracias a los damnificados.
 Como la joven seguía gritando al lado de su padre caído, el retador le dio vuelta el rostro mediante un violento revés.
 -¡Calláte!..., le dijo con tono marcial.
 La chica obedeció la orden, avizorando que se producía el ingreso a la estación y deberían obtener auxilio de algún modo. Cuando se abrieron las puertas, los actores salieron corriendo con el botín obtenido, trasladado a una mochila.
 Ya próximos a la superficie, mientras se desmaquillaban con premura usando una sustancia disolvente, el padrino le comentó al otro...
 -Procedemos así, porque estos cretinos no pondrían ni un mango al pasar la gorra.
 -Cierto -dijo su compañero- y asistieron al mejor espectáculo de sus vidas: teatro de la crueldad..., digno de Artaud.
 -Exactamente, respondió el padrino, con sangre que no es ketchup y con un final adrenalínico, imprevisible, aún para los actores.
 -Si, pero extraño los aplausos..., afirmó el duelista, mientras ascendían de dos en dos por la escalera que los llevaba a la calle.
 -En el teatro inmersivo que hacemos, no hay un público complaciente que aplaude por compromiso, incluso, desconoce que forma parte del rol actoral, expresó el padrino con suficiencia.
 -Claro.
 Contestó el otro, mientras ambos subían al primer taxi libre que hallaron.

                                                                     FIN



                                                                                                                                                                                                          





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