martes, 12 de junio de 2012

TADEUS, HERESIARCA

 Tadeus de Bitinia, padecía en silencio y disfrutaba escasamente del tránsito terrenal, también en silencio.
 La falta de costumbre había atrofiado la emisión de su voz o el órgano que la generaba, haciendo que su habla se convirtiera en una especie de graznido, similar al de los gansos cuando se aproximan extraños.
 Un graznido de alerta.
 Fue esta condición sonora, la que motivó que a su alrededor se nucleara un pequeño número de acólitos, quienes se autodenominaron Traductores del Graznido, mientras que para los guardianes de la doctrina en Bizancio, eran la herejía de la voz desvirtuada.
 Cuando los seguidores de Tadeus hicieron público que su maestro, alertaba sobre una lluvia de materia viva, que caería en forma intermitente sobre el imperio producto de desmembramientos angelicales, comenzó la persecución.
 Más aún, cuando tal suceso, era provocado por la impiedad del pueblo y sus autoridades y anunciaba la inmediata intervención divina, lo cual, conociendo la naturaleza del dios único, nadie podía estimar que fuera para dispensar recompensas.
 Varios de los considerados herejes, perecieron bajo el filo decapitador, mientras otros se escondieron presurosos, junto a sus familias, en las vastedades geográficas que dificultaban el accionar de los sicarios del Basileus.
 Pero Tadeus permaneció en el sitio que habitaba, un gallinero que compartía por propia voluntad, con diferentes aves de corral, entre el guano y los cacareos.
 Sometido a tortura, para que abjurara de su desviación doctrinaria, el heresiarca sorprendía a sus supliciantes con sonidos que parecían de agradecimiento, mientras era de suponer que el dolor atroz que debía sentir, al serle arrancadas sus uñas, debía llevarlo al desmayo.
 Finalmente, murió en el tormento, sin haber renunciado a su equivocada interpretación de la doctrina, debido a que resultaba imposible hacer inteligible su graznido.
 A su vez, aquellos que se decían sus traductores, desaparecieron de la historia de la fe, ya sea por miedo al martirio, por dispersión o abatimiento.
 El día en que extraños trozos de algo así como carne palpitante, cayeron del cielo, el único testigo no fue considerado calificado:
 Era quien alimentaba a las gallinas del corral del maestro, luego de su muerte.
 La lluvia de materia viva, solo se produjo en aquel acotado lugar.
 Luego de producido el fenómeno, ese individuo se quedó a vivir en el gallinero y transmutó sus palabras en graznidos.
 Fue considerado un orate que provocaba risa.
 Ya nadie recordaba las palabras del maestro traducidas por sus adlateres, cuando aseveraba que un portento no se percibe por la extensión que abarca, sino por la magnitud que implica.

                                                               FIN



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