miércoles, 13 de junio de 2012

FELIZ...FELIZ EN TU DIA...

 Se caracterizaba por su actitud socialmente esquiva, en todo lo concerniente al trato con los demás.
 Los escasos congéneres, con quienes debía vincularse por razones de trabajo u otros motivos inevitables, lo consideraban un individuo opaco, taciturno, en buena medida, deplorable.
 Cuando cumplió cincuenta años de vida, decidió celebrar un festejo con torta, velita y champagne; el solo, por supuesto.
 De hecho...¿A quién podría invitar al convite?...
 No tenía familia, mujer ni amigos.
 Sus compañeros laborales eran como desconocidos.
 Vivía en un ambiente con baño y cocina integrado, en una zona periférica del GBA.
 Le alquilaba la unidad-ubicada al fondo de un ph-a una mujer ya anciana, que era su locadora desde hacía dos décadas y vivía en el otro departamento, el externo.
 Con la misma, solo intercambiaba algún ocasional saludo; cuando le abonaba la mensualidad rigurosamente los días 5, adosaba algún comentario sucinto sobre el estado del tiempo.
 Los sábados por la tarde, domingos y feriados, los pasaba en su casa mirando televisión desde la cama, a veces, imaginando otro tipo de vida.
 Le gustaba beber vino con las comidas, aunque sin excederse en el consumo.
 La actividad sexual que desarrollaba, se reducía a someras masturbaciones manuales, realizadas rápidamente con culpa y asco.
 El período de vacaciones, le resultaba una tortura psíquica.
 Lo empleaba realizando viajes sin finalidad, en diferentes trenes y colectivos suburbanos.
 A lo sumo, agregaba beber una Coca con hielo, en algún café perdido del vasto Gran Buenos Aires.
 En una ocasión, se alejó algo más de lo usual, visitando la ciudad de Dolores, regresando en el mismo día.
 Un par de veces pensó en matarse, durante el tiempo vacacional.
 Pero posteriormente llegó a la conclusión, de que él nunca consumaría eso. Consideró que para autoeliminarse, había que otorgarle-aún en términos negativos- alguna valoración a la vida.
 Pero él  vivía como si un mecanismo automático, por razones desconocidas, se puso en funcionamiento.
 Todo era cuestión de proseguir y llegado el caso, imaginar, lo que racionalmente no creía que fuera a ocurrir, dado que sus pautas de conducta le parecían inamovibles; por otra parte, le resultaba imposible pedir ayuda..., era como si no tuviera voz.
 Pero algo se desplazó en su psiquis, el día de su quincuajesimo cumpleaños.
 Necesitó acuciantemente del otro:
 Alguien debía ser testigo de su medio siglo de vida, brindar a su salud, aprobar que siguiera viviendo.
 Obviamente, buscar a ese alguien con desesperación en ese barrio, significó ingresar a su vivienda a un sujeto poco recomendable, al que apenas conocía de la proveeduría y en una oportunidad, le preguntó como salió River.
 El tipo aceptó compartir un brindis, haciéndole comprar varias botellas de vino y champagne, más pan y fiambre para hacer sandwiches.
 Todo resultó un desastre, dado que el mutismo era la impronta del anfitrión y el otro, bajo los efluvios del alcohol, interpretó que el del cumpleaños era un homosexual que escondía dinero.

 No llegó a soplar la vela y cortar la torta.
 Fue sometido a un interrogatorio feroz, a punta de cuchillo, para que revelara donde guardaba los billetes.
 Su agresor, huyó sin llevarse nada-el televisor era viejo y pesado-trastabillando por su beodez.
 El hombre de cincuenta años, mientras se moría desangrado, pensó que nunca debió cambiar sus hábitos de vida:
 Como sabía, los demás eran oculta amenaza y la vinculación podía llevar a la tragedia.
 No quiso gritar pidiendo auxilio-en estos casos, su voz se apagaba-ni siquiera para que la vieja de adelante llame al 911; por suerte, la bebida ingerida en proporción superior a lo habitual, disminuía el dolor, como si tuviera efecto anestesiante sobre las heridas abiertas.
 Se hallaba seguro que era su final, pero a pesar de ello, percibía ese estremecimiento-de algún modo, vital-que imaginó como ajeno y que ahora rompía con la existencia automática que vivió.
 -Feliz cumpleaños...
 Se dijo a si mismo, en voz alta, transida por el sufrimiento, avizorando la posibilidad de algo mas venturoso aunque todavía ignoto.

                                                                      FIN










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