miércoles, 20 de junio de 2012

PARTIDA DE CAZA (SIMILAUN)

 El frió resultaba tan cortante en esa incipiente primavera, como el filo del pedernal utilizado en las puntas de las flechas, que buriladas pacientemente, abrían el ingreso del impactado a la muerte, a esa región que solo los chamanes podían visitar y luego regresar de la misma.
 Lo que era imposible para los restantes integrantes de la tribu, como el que se hallaba a tiro de arco.
 El que buscaban para consumar el dictamen del clan, que con anterioridad, se defendió con un cuchillo mineral  hiriendo a uno de sus  perseguidores, el cual debió quedar atrás.
 Ese individuo perseguido y peligroso, no debía regresar junto a los vivos...
 Dicho proscrito, los vio y se dispuso a enfrentarlos nuevamente en el clima gélido del macizo nevado.
 Pero en el intercambio de disparos aéreos llevó la peor parte...
 Resultó malamente herido, aunque su extraordinario vigor físico hizo que pudiera escapar de los otros.
 Huyó empapado en sangre, para adentrarse en la zona vedada.
 Los otros lo vieron -estremecidos por la violación ajena del tabú- hollar el territorio prohibido, mientras se distinguían las manchas rojas que dejaba sobre la nieve.
 Aún conservaban algunas flechas y el prófugo, se hallaba a una distancia que podría convertirlo en blanco, pero no se atrevieron a tensar sus arcos...
 Las flechas eran una prolongación de sus brazos..., si atravesaban el aire prohibido, ellos también se involucrarían en acceder a donde se hallaba lo que no debía conocerse.
 Los perseguidores decidieron abandonar la caza.
 Habían quedado reducidos a dos y lo acordaron mediante someras miradas.
 Quizás el hombre malherido moriría en el lugar que no debía pisarse, aunque ellos no sabían que ocurría allí: si crecían hierbas antihemorrágicas, si vivía alguien o algo en esa zona.
 Comenzaron a deshacer el camino para regresar a la aldea, no muy distante, en el conjunto del gigantesco sistema de bosques que era la Europa de hace cinco mil años.
 Sabían que la misión encomendada, la caza del fugitivo, no fue cumplida.
 La prueba de que la persecución fue provechosa, o sea, volver con la mano izquierda del perseguido cortada, para que se observara el tatuaje clánico que luego sería desfigurado, no se obtuvo. Este hecho, podría significar el castigo del chamán a los designados para el menester.
 Se miraron nuevamente.
 Pocos gestos e inflexiones en la voz brevemente emitida, fueron el medio para establecer un nuevo acuerdo.
 Le comunicarían al sacerdote-jefe que al trasponer la zona prohibida, una llamarada espontánea de fuego engulló al que huía.
 A pesar del miedo que les generaba tener que presentarse ante el chamán, sin la mano reclamada, un rudimento de sonrisa se instaló en los rostros de ambos.
 La perspectiva de burlar al poder, le otorgaba un gratificante marco de inteligencia al embuste; a su vez, al ser el mismo compartido, quizás generaría un nuevo mito, del que ellos serían parte intrínseca durante la posteridad.
 Uno de ellos, pensó que la mentira podría llegar a adquirir una dimensión superlativa, que dignificara su contenido.
 Sin saberlo claramente, interpretó que se estaba en la protohistoria de la ficción como actitud; lo que el devenir de los siglos convertiría en literatura.
 El otro, especuló mentalmente en que a la historia del prófugo y el fuego, convenía agregarle detalles que la vigorizaran, que instalaran a quienes la escucharían en una urdiembre convincente, en una trama que les despertara emociones. Sintió una rara satisfacción íntima por su idea, a pesar de desconocer que estaba descubriendo el empleo de los recursos narrativos.

                                                                              FIN



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