martes, 15 de mayo de 2012

ESPERA EN CARUPÁ

Ya habían transcurrido más de treinta minutos desde la hora convenida.
 La pizzería exhibía un gran reloj de pared (de esos chinos, baratos) y él no podía dejar de elevar la vista hacia el mismo, con maniática insistencia.
 Salió mal..., pensó, reprimiendo la tentación de recurrir al celular, aún reemplazando el chip.
 Pagó las tres porciones de jamón y morrones y la cerveza de litro, dejándole al mozo el vuelto, lo que configuraba una propina generosa pero no extravagante.
 Salió mal...
 Este pensamiento se había fijado en su mente como con un adhesivo, cuando tiró de la puerta vaivén y accedió al exterior del local, a esa calle de Carupá, cerca de San Fernando, donde fue citado por razones que consideró, "operativas": como vendedor de la información sensible para el secuestro extorsivo que debería estar produciéndose, ese era el sitio designado para  que cobrara su anticipo a cuenta. El resto se lo pagarían ya finiquitadas las negociaciones.
 El calor de la tarde estival le provocó una sensación agobiante, al abandonar el frescor que brindaban los potentes ventiladores de la pizzería.
 Salió mal...
 Decidió superar el pensamiento con la acción y adoptar los recaudos establecidos para estos casos.
 No llegó a colocarse los anteojos para sol Ray Ban auténticos-le agradaban los productos genuinos adquiridos en forma legítima-cuando media docena de proyectiles 9 mm. disparados desde un automovil en marcha, hicieron que se revolcara como un monigote patético, entre los pocos transeúntes que circulaban bajo el sol inclemente de Carupá; algunos se arrojaron prestamente al suelo, otros quedaron como absortos, creyéndose incluidos en algo que vieron en películas.
 Salió mal..., pero solo para mí.
 Alcanzó a pensar, antes de que el dolor lo sumiera en una densa oscuridad, que si se quiere, ya adoptaba un carácter de piadosa.

                                                                          FIN

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