sábado, 19 de mayo de 2012

HISTORIA UNIVERSAL DEL EMPLEO DEL PARAGUAS COMO ARTILUGIO

 Cuando la necesidad de dinero le resultó perentoria...
 Lo estaban por echar de la pensión donde residía, por adeudar dos semanas de alquiler de la pieza, además de ya no tener para comer, entonces decidió vender-sobre una manta en la vía pública-lo único que le quedaba, cien ejemplares del libro que escribió y autopublicó, luego de una vida dedicada a investigar el tema tratado en el mismo.
 Historia universal del empleo del paraguas como artilugio, era el título de la obra.
 Dado que a ninguna editorial le interesó el texto, invirtió su escueto capital en una edición de autor.
 La venta fue de  media docena de ejemplares, comprados posiblemente por lástima.
 Le quedaban cien, de los doscientos de la tirada; los restantes los tuvo que liquidar por kilo para comprar pan, mortadela y algunos tetras de vino barato; esto último, una savia nutricia en su vida.
 La mafia de los manteros y meseros le impidió instalarse en las aceras céntricas; incluso, le arruinaron la mitad de los libros con una botella de alcohol y un fósforo.
 Como este acto tuvo repercusión mediática, siendo invitado a diferentes programas de tv, sus problemas económicos menguaron perceptiblemente.
 Despertó simpatías, vendió los ejemplares que le quedaban y tuvo ofrecimientos editoriales para ser publicado por sellos importantes.
 Bebía buenos vinos, comía bien y como siempre quiso ser nómade, se había aposentado en un apartotel de categoría.
 Como él se lo había propuesto, su tratado erudito, no era otra cosa que un secreto libro de poesía; incluso, la inmensa mayoría de los datos que se hallaban como referidos a la cuestión temática, eran inventados.
 Por ejemplo, en el capitulo 3, se habla de un tal Nicanor Benedetti, quién en el siglo XIX creo un paraguas con un dispositivo que filtraba los vientos, con el fin de generar una sinfonía eólica...
 Consideraba que nadie debía conocer la real índole del libro, dado que a su entender, el ocultismo se hallaba en el centro de la formulación poética, implicando la metaforización de la propia existencia del poeta, que complementaba su obra escrita,con la aplicación del lenguaje visceralmente orgánico que era la vida del creador.
 Plenamente consciente de estos conceptos, la tarde que se dirigió al canal televisivo para ser entrevistado por Chiche Gelblung, llevaba plegado, aferrado a su diestra, el finísimo paraguas que le obsequió la producción de Susana Giménez. Se trataba de una pieza inglesa de inusual calidad, que en el extremo inferior poseía una aguzada punta metálica.
 Ya sea porque tal característica le pareció óptimamente defensiva, porque quiso involucrar a su desconocido agresor en la estructura de su vida/secreta suma poética, el hecho es que intentó resistirse al ladrón desarmado que trató de robarle el celular mediante la técnica conocida como arrebato, con la púa enhiesta de su paraguas.
 Nunca fue un peleador callejero; ni siquiera sabía pelear.
 El resultado fue el extremo del artilugio empleado defensivamente, clavado en su propia tráquea, debido a que el caco detuvo el ataque contra su persona mediante un golpe al instrumento que modificó su orientación.
 En su brevísima agonía, visionó a su poeta modélico, Rainer María Rilke, el de la Elegía del Duino, muriendo por haberse incrustado la espina de una rosa. Esbozó algo así como una sonrisa entre bocanadas de sangre.
 Su asesino, el que invirtió la trayectoria de incrustación de la púa, nunca fue hallado. Esta circunstancia, completaba la urdiembre vida/secreta suma poética, a la que dedicó su existencia de irredento vate, ese autor de un único libro impreso y una agónica metáfora final de carne atravesada.

                                                                                   FIN

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