viernes, 21 de diciembre de 2012

LA EXPECTATIVA APOCALíPTICA

 No lo podía negar:
 Ni a su mujer, ni a sus hijos que ya no vivían con ellos, ni a sus compañeros de trabajo.
 La prédica del canal History-permanente, convirtiendo lo especulativo en certidumbre-sumada a las nociones recibidas de niño, desde una óptica de escolaridad católica, respecto al advenimiento del juicio universal, lograron efectos en su persona. Si a esto se agregaba el aporte-para él, atendible-de un amigo de toda la vida convertido a un culto pentecostal, la consecuencia era una predisposición a la expectativa apocalíptica, emanada de diferentes fuentes que parecían confluir en un resultado aproximado.
 Llegó el 21/12/2012...y no pudo dormir en toda la noche.
 Ese viernes, fue a la oficina como siempre, pero presente en sus pensamientos la inquietud, por algo terrible que se avecinaba.
 Durante el transcurso del día, esta percepción de desasosiego fue disminuyendo.
 Él esperaba el furor de los elementos, la combustión de la Tierra, la colisión del meteorito de la devastación total, la alineación planetaria que determinara la extinción humana, el planeta Nibiru...
 Nada de eso ocurrió.
 Los saqueos de supermercados y las turbas suburbanas desatadas, no eran suficiente para coronar el último día del calendario maya.
 Quizás sus expectativas apocalípticas eran erróneas..., pensó, considerando que en el Lejano Oriente ya había comenzado el día 22 y la catástrofe final no se produjo.
 Sin el sentimiento de aprensión, que había gravado su ánimo durante la ida al trabajo, volvió con una clara sensación de alivio.Admitió para si mismo que era una persona sugestionable, propensa a supercherías pseudocientíficas y a variadas influencias religiosas, algunas de índole ridícula.
 Lucubrando en torno a estos temas, bajó del colectivo ya de noche-el brindis navideño en la oficina extendió la jornada-comenzando a recorrer las tres cuadras que lo separaban de su domicilio.
 Cuando se volvió bruscamente, al escuchar el ruido de la moto que se detenía a su lado, ya no podía escapar ni pedir auxilio.
 -La billetera y el celular o te quemo...
 Le dijo el que descendió del rodado-arma en mano-mientras el otro lo mantenía en marcha.
 La sorpresa inicial le duró menos de un segundo, de inmediato, se dispuso a entregarle lo que pedía. Consideró al tipo como peligroso, probablemente, saturado de droga debido al modo en que hablaba, disimulado su rostro por el casco con la visera baja.
 Ya sea por hallarse el delincuente bajo los efectos de sustancias estimulantes, por deseos de matar presentes en su idiosincrasia, que subalternizan el latrocinio o por pura imbecilidad operativa, el hecho es que disparó dos veces-impactándolo en la zona ventral-cuando efectuó un movimiento para extraer el dinero que fue caracterizado como equívoco.
 Después de tomar lo que buscaba, el motochorro ascendió al enduro en marcha, mientras el conductor del mismo arrancaba raudo y le reprochaba el haber accionado la pistola.
 El hombre sugestionado por el fin del treceavo baktún del calendario maya, que tuvo la lóbrega certeza de que el suceso implicaba la desaparición del mundo como tal, comprendió que su impresión era cierta-antes de que concluyera el día-pero solo para él, de modo personalizado.
 A medida que su entendimiento, parecía desplazarse hacia una dimensión inefable, mientras se acercaban algunos vecinos que escucharon los estampidos, fue consciente de que era testigo del final de los tiempos y de la desaparición del mundo que conoció.
 Cuando su mujer, a la que le avisaron con rapidez lo sucedido, se arrodilló a su lado llorando desconsoladamente, él ya estaba muerto, al iniciarse el decimocuarto período de la cuenta larga, 144.000 días.
 No habrían pasado más de quince minutos, cuando se hicieron presentes los vehículos policiales y la unidad llamada "morguera". Luego de un escaso lapso, llegaron funcionarios judiciales y los móviles de televisión con su dotación de noteros.


                                                                            FIN








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