sábado, 8 de diciembre de 2012

BOCAS CERRADAS

 El silencio entre ambos, resultaba como envolvente.
 Si bien los sonidos ambientales: ladridos, músicas atenuadas, escapes, un tren pasando sobre el puente..., hacían que el pequeño departamento no se asemejase a una celda monástica, faltaban las palabras pronunciadas; aunque no sean amables..., aún las proferidas con desdén, con menoscabo, con intensión hiriente u ofensiva.
 Pero ninguno de los dos, ensamblado firmemente el mutuo odio, hablaba.
 Carentes de interés en toda comunicación verbalizada, desconfiaban de cualquier término en boca del otro soslayando la propia habla por prevención. Ante un encono incrementado por varios años de absurda convivencia, callaban en común de un modo exasperante.
 Pero dada la hora, era necesario que el mutismo se franqueara.
 O hablo o la mato..., pensó él.
  Si no puedo expresar mi sentimiento en voz alta, lo quemo vivo..., consideró ella, observando la olla con agua que se hallaba sobre la hornalla, burbujeando su hervor.
 Fue él, quién trasladó la paráfrasis bíblica de primero fue el verbo, al ámbito doméstico.
 De improviso, le preguntó a su esposa...
 -Querida...¿Que vas a cocinar para la cena?...
 Ella le respondió rápidamente...
 -Un guisito..., mi amor.
 -Que no sea guarango..., no ahorres en ingredientes como haces siempre.
 Agregó él, abandonando la cocina para irse a lavar las manos al baño.
 Maldito seas..., le contestó mentalmente ella, la vista fija en el agua en ebullición.

                                                       FIN






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