viernes, 20 de abril de 2012

                                                         EL HOMBRE QUE NO SE ENFRENTÓ A SUS OJOS

 ¿Que vio a sus veinte años como para querer anular sus posibilidades de ver?...
 No lo recordaba.
 Pero sabía que lo que se presentó a sus ojos en aquel momento, superaba lo que debía ser visto.
 De algún modo, lo visualmente correcto.
 Solo que lo visto, excedía lo que un ser humano debía ver, mas allá de las transitoriedades políticas del momento.
 Vio algo medular y vedado.
 Desde esa época, no pudo mirarse a los ojos en forma directa.
 De suceder esto, lo embarga un sentimiento de angustia indefinible; de desasosiego, a tal punto, de tener que abandonar imperiosamente la imagen de sus ojos obsevándolo.
 Ese es el hecho:
 Sus ojos lo observan a él, como si fueran una parcialidad autónoma de su anatomía.
 ¿Cuantas décadas pasaron desde el inicio de esto?...,pensó, mientras recordaba que desde aquel tiempo, usaba anteojos oscuros para afeitarse y peinarse.
 De todos modos, llevó una vida aproximada a lo normal:
 Trabajó, se casó, tuvo hijos...
 Hoy, con más de sesenta años en su organismo, superó ese terrible condicionamiento.
 No usa más anteojos oscuros..., estima con cierto regocijo, ahora está completamente ciego por la diabetes.
 Al fin halló la paz.
 Estima que el alto costo que pagó, desde otra óptica-nunca más adecuado el término-es bajo, en relación a los beneficios de no tener que soportar su propia mirada, la que lo hubiera llevado, sin duda, al suicidio.
        
                                                                                    FIN


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