sábado, 14 de enero de 2012

¿Qué es mejor, que la divinidad se exprese o que guarde silencio?...

                                                                                         614

 Que el judaísmo es una religión preceptiva, en la cual el observante es más justo, cuando más se acerca al cumplimiento de los 613 preceptos, resulta, si se quiere, una percepción conocida. Pero que existe el precepto 614-ajeno al Pentateuco-es un conocimiento al que pocos accedieron.
 Entre estos, se encuentra Mordejai, quien cumple con los 613 restantes y desconoce en que consiste el siguiente mandato divino.
 ¿Como puede ser que D--- lo condene a esta incertidumbre, luego de cumplir con los 613 anteriores, con el mayor esfuerzo y obediencia debida?...
 Es la primera vez que Mordejai cuestiona un designio del creador.
 Por supuesto, lo hace dentro de lo  establecido al respecto, pero su emotividad encorsetada  por los cánones, parece desbordada.
 Justicia e injusticia son términos difusos en su estructura mental.
 ¿Quién es él para cuestionar los designios del Altísimo?...
 De la interpretación de los mismos se encargaron los sabios talmúdicos.
 Su obligación consiste en seguir literalmente ese compendio preceptivo, como lo ha hecho hasta ahora, lo que le generaba un profundo orgullo.
 Orgullo.
 Quizás este atributo de su comportamiento molestó a D---, haciendo que accediera a un dato no revelado:
 Solo conocer que existe, pero desconocer en que consiste.
 La fuente de la que emana la aseveración sobre la existencia del precepto 614, le resulta inobjetable.
 Por lo tanto, existe.
 ¿Será en lo referente a lo alimentario?...
 ¿En lo que concierne al contacto físico con la esposa?...
 ¿Tendrá que ver con el shabat y su observancia?...
 O estará vinculado a las funciones fisiológicas, al modo de comerciar con quienes integran las naciones, a la santificación de las fiestas...
 Vaya a saber.
 No puede entrar en un juego de adivinanzas.
 Por otra parte, la existencia de un precepto secreto, ajeno a la mishná, lo lleva a un pensamiento casi sacrílego:inmiscuirse en el propósito divino.
 Pero no puede dejar de pensar en el por esta decisión enloquecedora de D---, que empuja al justo al terreno especulativo y lo aparta de la ciega observancia.
 Mordejai sentía que sentimientos encontrados colisionaban en su psiquis.
 El tema que lo atormentaba, superaba la consulta con su rebe.
 El rabino de su comunidad le dijo que solo el rezo, el estudio de los textos sagrados y el tiempo(Que el Bendito decida extenderlo...), podrían llegar a generar un alivio a su inquietud.
 Desencantado, Mordejai decayó en la contracción al trabajo en el rubro joyería, que hasta ese momento desempeñaba con eficiencia.
  Excelente artífice, sabía modelar metales nobles.
 Incluso, ensimismado en descubrir el precepto oculto, descuidó la observancia de otros, por ejemplo, el cumplimiento del débito conyugal con su mujer, a la que nunca vio desnuda.
 Se sentía extraviado en un universo personal que bruscamente se desquició y paulatinamente se desintegraba.
 Ya no bastaba el rezo casi feroz con las rítmicas genuflexiones, ni portar el sagrado rollo de la Tora en la sinagoga, con lo que los demás reconocían su ejemplar devoción.
 En lo que era de su mayor interés, ningún avance.
 Una noche, despertado por los ronquidos de su mujer que parecían poder derribar los muros de Jericó, Mordejai pensó lo impensable, que el Señor de los Ejércitos podría ser cruel, aún con los más preclaros varones de la Casa de David.
 Esta idea se incorporó a su mente con carácter de suplicio, porque implicaba aplicarle atributos humanos al divino comportamiento. Le resultaba inaceptable.
 A lo sumo, podría considerarse que era una prueba más de las que empleaba el Altísimo con su pueblo, en forma individual o colectiva, para afianzar su supervivencia y lealtad, por cierto, siendo algunas de ellas decididamente tremendas.
 Pero a Mordejai no le bastaba tal explicación, muy difundida.
 Pensó que ya no era un justo en el sentido totalizador del concepto.
 No importaban los 613 preceptos cumplidos.
 Se sentía estafado.



 El grupo ultraortodoxo al que pertenecía Mordejai, procedió de modo institucional para que sea recibido en un establecimiento neuropsiquiátrico adecuado, luego de ser hallado por su familia y vecinos, en actitudes de intencionalidad incendiaria peligrosas para si mismo y para los demás.
 El hecho de que el destacado orfebre Mordejai, haya fundido oro-el oro familiar y también el de sus empleadores-para crear la figura de un becerro al que adoraba, fue silenciado en forma total mediante un pacto entre familiares, allegados y religiosos.
 Algo tan secreto como el precepto 614.
 De todos modos, quedaba cierta tranquilidad en el espíritu de los pactarios de silencio. Aunque hizo prevalecer a Aarón sobre Moisés, Mordejai, ni aún en su locura, abandonó el judaísmo; más aún, en algún sentido, retornó a una-si bien abominada-remota práctica de los israelitas.
 Por cierto, lo que remitía a una de las contadas ocasiones en que D---, manifestó casi explícitamente su malestar.
 Quizás Mordejai prefería esto a su silencio.

                                                                          FIN

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