viernes, 11 de noviembre de 2011

Sensibles lectores...¿Alguna vez recuerdan que somos la especie dominante?...

                                                                ¿QUIÉN SOS?...


 Los gritos de la tía Thelma resonaban estridentes:
 -¿Quién sos?...¡Decí quien sos!...
 Parecía presa del terror...¿O del asco?..., quizás de una mezcla de ambos sentimientos.
 La emotividad desbordada de la tía Thelma, proseguía manifestándose con pocos cambios de entonación.
 Se trataba de un interrogatorio alterado, donde quien exigía información se hallaba en evidente posición de inferioridad.
 Nosotros-sus sobrinos-conocedores de la reacción de la tía ante la aparición de ciertos desconocidos, estallábamos en carcajadas tan estentóreas como sus "¿Quién sos?".
 Nuestros padres nos acompañaban en las risas.
 Esto parecía exacerbar los pedidos de identificación que formulaba la tía, ahora con voz trémula:
 -¿Quién sos, alma transfigurada?...
 Esto era nuevo.
 A mis diez y siete años, podía interpretar humorísticamente la orientación de sus preguntas habituales, pero al incorporar el tema de la transmigración de las almas, mi risa se convirtió en estrépito.
 Quizás para prolongar la situación jocosa, nadie pisó a la inmunda cucaracha negra, objeto de su requerimiento.
 El bicho parecía adormecido, como borracho de insecticida, intentando torpemente camuflarse detrás de la pata de una mesa a la que casi no podía llegar, quedando completamente vulnerable.
 Cuando el "¿Quién sos?" de la tía pareció evidenciar angustia, mi primo Javier destruyó al invertebrado mediante un tacazo, que resonó sobre el parquet como un tiro de gracia.
 En ese momento, al quedar al descubierto esa pasta desventrada e inmunda en que se había convertido el insecto, la tía exclamó como para sí, ahogada por un llanto que pugnaba por aflorar:
 -¿Quién eras?...
 No llegó a acallarse el sonido de su voz, cuando la fotografía enmarcada del tío Alberto-de quien la tía era viuda desde hacía unos pocos meses-se estrello contra el piso esparciendo el vidrio que la cubría, tomando contacto la foto en primer plano del tío, con los restos informes de la cucaracha.
 En el repentino silencio que se generó en el living, Javier y yo nos miramos como si detectaramos que estábamos pensando lo mismo:
 La tía Thelma nos refirió alguna vez que de recién casados, con el tío Alberto tuvieron una pequeña empresa de desinsectación, durante algunos meses.
 A pesar de que les reportaba buenas ganancias, el tío no quiso proseguir con la actividad, sin explicitarle el motivo de su determinación.
 Ante su insistencia, luego de un prolongado lapso de silencio al respécto, solo le dijo:
 La capacidad de venganza de las cucarachas, nos aventaja en millones de años...
 Cuando volvimos la mirada hacia la tía, la vimos llorar amargamente, sin atreverse a barrer el estropicio que quedó en el piso.

                                                                   FIN

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