jueves, 8 de septiembre de 2011

Me pregunto...

 ¿Cuantos dioses y diosas ha habido en la historia humana, desde el albor de los tiempos hasta ahora?...

                                                                      LA PALABRA NO EMITIDA

 ¿Le había hablado?...
 No lo sabía, pero le quedaba claro que se había comunicado con él, en el baño de su casa.
 Que dejó de ser un baño, para convertirse en el ámbito de la manifestación de un dios.
 De una hierofanía.
 Desnudo, empapado aún por la ducha interrumpida, sin atinar a buscar la toalla y envolverse, con restos de jabón en el pubis, Rafael Ernesto Latorrini, abogado laboralista, iniciaba su primer minuto ungido por la divinidad.
 Ya no era solo una identidad que concernía a un nombre, ahora la misma era depositaria de una misión divina:
 Hacer saber una verdad de seis mil años de antigüedad, de enormes consecuencias en su amplitud cósmica.
 El Dr. R.E.Latorrini se había convertido bruscamente en un profeta; se hallaba con-sagrado.
 Su vida anterior, era solo el soporte de su sacra investidura actual.
 El dios lo eligió a él, solo a él, para abrirle los ojos a la humanidad y despertarla de su letargo abismal.
 ¿Pero de que dios se trataba?...
 Por cierto, no del dios único de los monoteístas.
 Era el dios de los constructores de templos de Malta-de nombre desconocido-quizás tres mil años más antiguo que Yahve en el conocimiento de los humanos; de los pocos de esa época y ese lugar.
 Porqué ese dios olvidado de los tiempos prístinos, lo había elegido justamente a él para dispensarle su gracia, implicaba una respuesta que excedía su comprensión.
 Comprendía al dominio inefable de la potestad.
 Antes del suceso, él era un individuo agnóstico, de poca afinidad con la experiencia religiosa.
 Ahora portaba en si mismo, la capacidad de establecer los cimientos y la obra superior de una nueva religión, mejor dicho, de la restauración de la misma y su proyección geográfica universal, dado que su brillantez emanada de la más remota antigüedad, era parangonable con el desconocimiento que se poseía de esos tiempos alborales.
 -¡Rafa!..., me voy..., besitos.
 Le había gritado su mujer, desde el living, antes de irse a trabajar.
 No recibió contestación.
 Su mujer, sus hijos...
 ¿Como explicarles que pasaron a ser la familia de un profeta?...
 Por lo pronto, su esbelta esposa, con su figura modelada arduamente en el gimnasio, no tenía nada que ver con las imágenes mal adjudicadas al culto de la diosa madre, que se hallaron en diferentes zonas cercanas al Mediterráneo, como Malta y otros sitios.
 Él ya sabía que estas tallas de hembras con esteatopigia, de tremendos muslos, pechos y vientres, eran simplemente la pornografía del neolítico.
 Los constructores de templos de las hoy llamadas Skorba, Taixien, Ggantija, adoraban a un dios macho de formidable poder, que puso orden en el caos y le dio a los hombres, nociones que generaron mil quinientos años sin murallas defensivas. Obviamente, sin armas ofensivas ostentadas.
 Rara armonía en la protohistoria humana; también en la historia.
 El Dr. Latorrini, flamante profeta de la religión de los constructores de templos de Malta, interpretaba que luego de vestirse, debía dirigirse a tomar contacto con lo medios.
 Su celular sonó con ritmo de regatón, una ocurrencia de su hijo; decidió no atenderlo.
 Ya habría tiempo de que se enteraran en el estudio jurídico-del que era titular-de lo que había ocurrido.
 De todos modos, en esa mañana no tenía audiencias.
 Vestido con saco y corbata -hábito de la práctica tribunalicia-  no se cruzó con ningún vecino al abandonar su vivienda.
 La sensación de hallarse entre el tráfago urbano de transeúntes y vehículos, le resultaba asombrosa.
 Nadie de quienes lo rodeaban anonimamente, pensaba, podría suponer que se hallaba junto al elegido: el que debía revelar al mundo el conocimiento olvidado.
 Había establecido que parte de su tarea del día, consistiría en conseguir un sitio apto para erigir un templo.  Más adelante, debería contratar trabajadores adecuados para la tarea y comprar grandes bloques de piedra.
 También, comenzar la difícil búsqueda del arquitecto que debería dirigir la obra.
 Concurriría al cajero automático más cercano, a los fines de retirar efectivo para los mínimos gastos iniciales.
 Luego iría a ver a un allegado, que detentaba un alto cargo en el área de noticias de un canal televisivo.
 Respecto a los grandes costos de la empresa, interpretaba que la divinidad intervendría de algún modo.


 Todo resultó muy rápido.
  La acción del motochorro, que mientras le revisaba los bolsillos le aplicaba golpes con una manopla de acero, desfigurándole el rostro; la llegada al lugar de un policía franco de servicio, que vio lo que ocurría e intervino en su defensa extrayendo el arma reglamentaria.
 El tiroteo que se generó con el conductor de la moto fue caótico, pródigo en balas perdidas.
 El saldo del enfrentamiento fue un delincuente muerto y otro fugado; el policía, gravemente herido, iba a ser trasladado en helicóptero al Hospital Churruca, lo que significaba que se cerrara al tránsito el cruce de dos avenidas para que descendiera la aeronave, generando una gigantesca congestión vehicular.
 Mientras, asistido en el lugar por la dotación de una ambulancia, el profeta Dr.Rafael Ernesto Latorrini se moría, debido a que tres proyectiles de grueso calibre perforaron su zona ventral, al quedar expuesto al fuego cruzado.
 Alcanzó a ver al primer movilero televisivo que se le acercaba; quizás sus últimos pensamientos, fueron que este no era el modo en que debía tomar contacto con la prensa.
 Es de estimar, que supuso que el dios de los constructores de templos de Malta, seguiría inmerso en la oscuridad a través de las eras, sin manifestarse. No sería revelado el conocimiento que su profeta no pudo transmitir durante su fugaz investidura, también secreta para su familia y amigos.


 La opinión pública, solo supo que un distinguido abogado fue otra víctima de la inseguridad reinante.
 Sus deudos, efectuaron el sepelio en un cementerio privado de la Zona Norte. Decidieron no tomar contacto con el periodismo a los fines de evitar la exhibición mediática de su dolor.

                                                                                  FIN

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