viernes, 25 de febrero de 2011

No voy a efectuar comentario alguno...

sobre la siguiente pieza de narrativa breve que se haya incluida en el libro que titula este blog.
Si son tan amables, léanla.

                                                    PELIGRO INFLAMABLE

El hombre joven, de semblante distendido y buen aspecto general, caminaba por una calle del microcentro al anochecer.
Salió mas tarde de lo habitual de su trabajo en la zona.
El mínimo tráfico automotor y peatonal que se registra a esas horas, le provoca una agradable percepción, en su contraste con el afiebrado movimiento diurno.
Cartoneros efectuando su tarea, jóvenes oficinistas que se retrasaron en un pub, alguna puta rumbo vaya a saber donde.
Escucha diálogos perdidos en el contexto ambiental poco ruidoso, comparado con lo que sería en otro horario.
Repara en una pareja que camina delante.
El tipo es de mediana edad y usa un traje de buen corte, que le cae bien de espaldas. Su estampa tiene algo de lo que en otra época se denominaba varonil.
Ella parece más joven, vista de atrás revela un cuerpo atractivo, buenas piernas descubiertas por una mini; dan ganas de verle el rostro.
Súbitamente, el hombre comienza a agitar sus brazos en grotescos aspavientos.
Los mueve como si realizara una gimnasia delirante, mientras camina al lado de la chica.
Los escasos peatones se dan vuelta sorprendidos.
Un cartonero le dice a otro:
-"Mira a ese boludo".
El hombre que salió tarde de su trabajo, se detiene en la esquina, porque la pareja se encaminó por una calle lateral.
A unos treinta metros adelante, ella detiene un taxi y asciende rápidamente.
El tipo sigue con sus aspavientos espasmódicos, combinados ahora con bruscas rotaciones de cintura.
Quien lo observa, distingue que el hombre sujeta con la diestra un delgado portafolios algo demodeé, como un cartapacio.
Decide acercarse por razones que mezclan la curiosidad con cierta corrección solidaria: puede que los movimientos descoordinados del hombre revelen algo patológico que requiera ayuda.
El taxi que abordó la mujer gira en la primera esquina.
Los aspavientos se aceleran hasta un nivel parecido al trance.
Quien decidió ayudarle se halla a diez metros, cuando el hombre se convierte-de modo que podría denominarse espontáneo-en una figura de fuego que recuerda a los monigotes que se hacen arder por razones políticas o costumbristas.
Horrorizado, el individuo algo solidario no repara en que el taxi dio la vuelta y se detuvo al lado del incinerado, mientras la joven que lo acompañaba registra lo que ocurre con una filmadora de última generación.
Solo desvía la mirada del suceso, cuando la repentina aceleración del taxi lo sustrae de esa instancia casi hipnótica, de ver consumirse al hombre como si se hallara en una pira de tremenda potencia calórica.
El testigo se halla como paralizado a la vera del montículo de cenizas.
Escucha que se acercan vehículos con sirenas.
Observa que entre los restos calcinados del portafolios, asoma un antiguo cartel enlozado de reducidas dimensiones, con una inscripción chamuscada pero enteramente legible:
                                                            PELIGRO INFLAMABLE

                                                                           FIN 



   

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