viernes, 11 de febrero de 2011

EL PRIMER TRAFICANTE DE ARGOYANA




                                           

 Se trataba de un técnico químico recibido en el Otto Krause, promoción 1965, como siempre agregaba.
 El laboratorio donde se hallaba era modesto, tanto como la apariencia del sujeto, que celebraba -botella de Criadores mediante- el hallazgo de la fórmula de una droga de diseño, singularmente extrema.
 -La llamaré argoyana y me guardaré el secreto de su denominación.
 Lo dijo en voz alta aunque no había nadie, como siempre, dado que vivía solo, no tenía familia, pareja ni amigos y le desagradaba alternar con sus congéneres. El laboratorio era su hogar.
 Tenía un perro mestizo de pelaje hirsuto, pequeño, de mala presencia, que era su única compañía.
 -La fórmula no será escrita, nunca me la copiarán, solo estará en mi memoria.
 Tomaré recaudos que conozco, para que no puedan realizar genéricos a partir del análisis de las tabletas.
 Me haré multimillonario.
 No más convertir clorhidrato en cocaína elaborada para los hijos de puta que me explotan.
 Es evidente que está acostumbrado a hablar solo.
 -La droga extraordinaria: permite recrear los mejores momentos pasados e intervenir los malos a favor.
 Si tuve un polvo memorable veinte años atrás, puedo recrear la circunstancia agregándole tres más y lo percibo en tiempo real.
 Disfruto en el presente mi mejor pasado, perfeccionado.
 Y esto es lo que quedará en mi memoria.
 A la vez, puedo corporizar deseos no realizados, durante tres horas tirado en un sillón.
 Magnifico.
 ¡Vamos Molecular, hora del paseo!...
 Una calle de la apacible localidad bonaerense de Gral. Madariaga, fue el ámbito de su secuestro, a 60 metros. de su casa-laboratorio.

Ya lo quemaron con cigarrillos, le hicieron el submarino seco y lo golpearon brutalmente.
Sus victimarios, son dos tipos que pueden generar miedo solo con su aspecto.
Uno de ellos, en rol contemporizador, le da esperanzas:
-Decinos dónde está la fórmula o recitala: te soltamos y te damos guita. No seas boludo, el negro que está conmigo es un psicópata.
 El perro no cesaba de ladrar.
 El "negro", era un sujeto de índole atroz...
 -Te voy a quemar vivo...
 El soplete estaba a la vista.
 ...pero antes empezaré por el perro...
 -¡No!...¡Me acordé de la fórmula!...la había olvidado: Ácido acetilsalicílico...
 Comenzó a decir entre vómitos y espasmos.
 La fórmula de la aspirina no lo salvó ni a él ni al perro, pero al menos tuvieron el aséptico final de un tiro en la cabeza cada uno, disparados con un 22 largo provisto de silenciador.
 -La anotaste bien...¿No?...
 Le dijo el "negro" al otro, que no había terminado la primaria y le costaba entender su propia letra.  De todos modos, se alejaron con la satisfacción profesional que depara una tarea cumplida con eficiencia, que estimaron, sería recompensada con generosidad.

                                                                        FIN

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