miércoles, 23 de febrero de 2011

Estimada gente lectora..., si bien la práctica del amor venal se halla

vastamente extendida en la ciudad de Buenos Aires, no creo que lo que ocurre en la siguiente pieza de narrativa breve, correspondiente al libro que titula el blog, forme parte de lo usual en estos casos; por cierto, esto es obvio, ya que caso contrario...¿A quien podría interesarle lo habitual?...
Pido disculpas por esta boutade-o pequeña boludez-y pueden proceder a la lectura.
Adelante, o más exactamente, abajo.

                                                               SACRO BURDEL

Realmente, se haya sorprendido del goce que obtuvo en ese privado, al que llegó mediante un aviso en el diario que promocionaba los servicios de las "sacerdotisas del placer".
Mientras caminaba por calles de menor tránsito del centro porteño, rememora la situación.
Pagó un turno de media hora y acabó tres veces.
La mujer siempre le sonreía al cambiarle los preservativos y parecía disfrutar tanto como él de los recios embates.
Y sin consumir Viagra, piensa entusiasmado.
La recuerda a ella:
Nada en especial.
Tampoco lo motivó particularmente con sus artes amatorias; apenas un breve fellatio al inicio y todo siguió por su cuenta.
Físicamente, un buen cuerpo sin nada para destacar.
Su rostro se le desdibuja en la memoria reciente.
¿Que pasó para que una hembra tan anodina le haya generado semejante resultado?..., se interroga.
Decide tomar un café, previo al regreso a su hogar.
Antes de sentarse, concurre al baño del bar para aliviar la presión de su vejiga.
-"La meada post-polvo...
En este caso, múltiples...", dice en voz alta-él es el único en el baño-en evidente tono de satisfacción.
Pero el chorro es multicolor y con un componente cromático denso; la meada le resulta ardiente, como si le esmerilara la uretra.
Ha meado una especie de arco iris doloroso...
Su regocijo se extingue.
No conoce ninguna venérea con estas características y se considera un individuo informado, culto.
Por otra parte, usó preservativos.
Vuelve a la casa de lenocinio para investigar a la mujer, embargado por una ansiedad que ya podría denominarse pavor.
-"Mayra..."
Dice por el portero eléctrico.
-"Subí", le responde una voz femenina.
En el pasillo, de modo repentino, accede a visualizar una noche de teas encendidas, un templo arenisco poblado de sombras indiscernibles.
Percibe en su naríz el aire que se respiraba entre el Eufrates y el Tigris, 2.600 años atrás...
Es una visión, piensa alarmado.
Cree enloquecer, pero en fracción de segundos sabe que no es así.
Le abren antes de que toque el timbre del departamento.
Hay tres mujeres jovenes:
Mayra y las otras dos que vió con anterioridad. Visten las prendas de su oficio, que desvisten más de lo que cubren.
La morocha de pelo largo le habla:
-"Esperá acá-le señala un sillón algo desvencijado-enseguida te explicamos todo".
Se sienta docilmente, exhausto, ante visiones penumbrosas de figuras humanas con extraños atavíos, realizando ademanes incomprensibles ante un recinto vedado en la cúspide de un zigurat, donde se celebran coitos cósmicos bajo la mirada de la Diosa...
Sabe que no comió ni bebió nada en el lugar donde se halla, no pueden ser alucinaciones inducidas por la ingesta.
Las mujeres se visten de calle ante él, rapidamente.
Quiere decir algo pero sus palabras suenan ajenas, arcaicas.
Ellas le contestan en ese mismo idioma, que puede hablar pero no entender.
No tiene voluntad para incorporarse e impedirles que se vayan.
Alcanza a ver que en el brazo izquierdo, las tres llevan el mismo tatuaje:
Algo así como una estrella de ocho puntas...
El nombre Ishtar se presenta rutilante en su mente y lo pronuncia de modo reverencial, con la entonación precisa.
Ellas sonrien enigmaticamente, como Giocondas entre tablillas de arcilla, mirra y aloe, carros de combate con hoces en la punta de sus ejes, montañas de cráneos de enemigos ante los reyes mesopotámicos.
Como hombre leído que es, conoce el tema de la prostitución sagrada en Sumeria.
Las mujeres se retiran y cierran la puerta con llave. No lo pudo impedir.
Prorrumpe en alaridos salvajes, mientras se vá deslizando hacia el piso moqueteado con la sensación de que morirá allí.
Se halla parcialmente paralizado, como inmerso en una sutil oscuridad.
Las mujeres interrumpieron el suministro de energía eléctrica y el departamento es interno y sombrío.
Llega a interpretar que el flujo natural de los acontecimientos fue extrañamente interferido, conectado a otro tiempo y lugar que no llega a integrar plenamente, como si se hallara en una zona de la realidad  donde el tiempo no logra configurarse.
Se siente extrañamente perdido, hasta que la brusca irrupción de una esplendorosa luminosidad mental, activa su esperanza.
Comienza a recuperar su movilidad.
Piensa que Babilonia está más cerca que su casa en Quilmes, quizás le resulte más factible llegar a esa ciudad tras cuyas puertas hay un templo dedicado a Ishtar, donde lo ocurrido podría tomar sentido, que dirigirse a Constitución para abordar el tren del servicio traccionado.
Vislumbra un camino polvoriento que supone es el que debe seguir.
Pero...¿Como evitará a las tropas de Nabucodonosor que le cierran el paso?...
Los rostros barbados de esos guerreros revelan una crueldad atroz.
Ahora piensa en Constitución y Quilmes...pero...¿Como carajo hace para salir del maldito departamento con su única ventana enrejada, que dá a un patio abandonado y sucio?...
Ya probó gritar y nadie lo escuchó.
Los guerreros parecen avanzar.

                                                                 FIN

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