jueves, 21 de mayo de 2015

ARTE CULINARIO

 -¿Que les pusiste?...
 No habría ingerido más de un par de raviolones rellenos con ricota, por cierto, deliciosos, junto con algunos trozos de carne estofada, tierna, sazonada con sabiduría, todo salseado magistralmente..., pero comenzó a sentirse mal; muy mal.
 Ante el silencio esquivo de ella, insiste con la pregunta, cuando ya percibe cierta rigidez en las extremidades y la respiración se le torna dificultosa.
 No tiene duda alguna de que ella decidió envenenarlo y con denuedo intenta provocarse un vómito, sin resultados favorables.
 -Nunca vas a poder vomitar una comida tan sabrosa, tu plato favorito, hecho con el amor con el que siempre cociné para vos, durante tantos años.
 ¿Acaso detectaste los ingredientes tóxicos?..., no creo, se hallan disimulados en la combinación de sabores y solo percibirás sus efectos.
 ¿O es que la reputa de tu secretaria, con la que me corneas desde hace tiempo, cocina pastas más ricas que las mías?...
 Los labios del hombre parecen adquirir un color azul cianótico, mientras se aferra a la mesa para no caer. Piensa que el colofón brutalmente trágico de su largo matrimonio sin hijos, al menos, le depara corroborar que su poco atractiva esposa es una maestra del arte culinario, aún en situaciones extremas. En lo que interpreta con terror son sus últimos destellos de lucidez, se maldice por haber cancelado esta noche la cena en el departamento de su secretaria -con el pretexto, dedicado a su mujer, de cumplir horas extras- luego que su consorte le dijo por teléfono que ya había preparado los raviolones de ricota que lo fascinaban; estima que tanta buena disposición, le generó cierto sentimiento de culpa que lo motivó a abandonar su plan anterior.
 Habla con la voz alterada por el tósigo incorporado a su organismo...
 -Mi secretaria no sabe cocinar..., pero hay otras cosas que las hace mucho mejor que vos...
 Se derrumba arrastrando en su caída mantel, vajilla y copas, así como la fuente que contiene la prodigiosa pasta rellena.


 Su secretaria, en el monoambiente en el que vive sola, maldice mentalmente el haberse enredado con un hombre casado que por añadidura es su jefe. Cargada de encono hacia su amante, llama al delivery para suspender el envío de dos porciones de raviolones rellenos de ricota acompañados de carne estofada, el plato favorito de él. Piensa que para sorprenderlo, quizás algún día podría aprender a prepararlo como seguramente se lo hace su mujer, aunque en el caso de ella, siempre come solo un par de bocados y ya la arrastra a la cama desvistiendola, entre sus fingidas protestas y los lloriqueos que lo vuelven loco.



                                                                        FIN

No hay comentarios:

Publicar un comentario