sábado, 21 de septiembre de 2013

LLEGARON...

 Ingresó al ascensor descendente, con el automatismo que conllevan los actos en apariencia irrelevantes.
 Saludó con cortesía al único ocupante, mientras las puertas se cerraban. No obtuvo respuesta.
 Al mirarlo con mayor atención, su entendimiento pareció trastornarse.
 Percibió lo inconcebible con total certidumbre: su acompañante era un alienigena.
 La terraza..., fue el pensamiento que logró centrar, en esa sucesión de ráfagas flamígeras que cruzaban su mente como tendiendo a la combustión.
 Entró por la terraza..., pero tal idea comenzó a desdibujarse para Natalio Felipe Dieguez, a medida que se sucedían los pisos en orden decreciente y su conciencia parecía ser succionada por una aspiradora invisible, resultado del ataque telepático al que lo sometía su vecino en el transporte vertical.

 Natalio Felipe Dieguez, fue hallado por el portero del edificio pocos minutos después de haber abandonado su departamento, rumbo a la oficina donde trabajaba desde hacía años.
 Se hallaba completamente desnudo, la mirada perdida y carente de habla, como en estado de shock.
 No se halló ningún rastro de su ropa.

 Las pericias psiquiátricas y neurológicas, que le realizaron a los fines de develar lo ocurrido, concordaron en que el individuo parecía haber perdido todo rastro de si mismo. Como si por protagonizar o ser testigo de un acontecimiento tremendo, se hubiera vaciado de su condición humana para convertirse en un mero cuerpo desvitalizado, sin respuesta a los estímulos y carente de capacidad para controlar las funciones inherentes a su organismo.
 Perdida toda noción previamente adquirida, Natalio Felipe Dieguez tampoco sabía caminar, aunque a nivel somático se hallara sano. Ante este cuadro y habiendo presunción de delito, su esposa realizó la denuncia correspondiente.

 El portero testimonió que poco antes de su descubrimiento, vio salir del edificio a un sujeto vestido de traje y corbata que sujetaba un portafolios con su mano derecha, el cual no respondió a su saludo.
 Le pareció llamativamente ridícula su forma de vestir: el pantalón le quedaba corto, el saco parecía grande para su contextura y la corbata estaba anudada a mitad del pecho.
 De todos modos, no recordaba señas particulares del individuo, tampoco su fisonomía.
 Supuso en ese momento, que la persona había ingresado durante el turno anterior de portería que estaba a cargo de un suplente.
 Agregó que cuando el que tildó de "mamarracho" salió del edificio, él se dirigió hacia el ascensor, porque recordó haber dejado la puerta de acceso a la terraza sin llave.
 Al encontrarse con Dieguez, tal como consta en su declaración, el mismo tenía el índice de su diestra levantado, como señalando arriba.
 Aparentemente, esta fue la última expresión inteligible de Natalio Felipe Dieguez, antes de convertirse en esa vacuidad desconcertante.


                                                                FIN

                                                 







  

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