lunes, 31 de agosto de 2015

¿ LO DE SIEMPRE ?...

 Tony, comenzó a preparar la Caipiroska, sin esperar la respuesta del parroquiano acodado en la barra.
 Sabía que la pregunta era un mero formulismo.
 Desde hacía más de un año, ese cliente solo bebía el cóctel mencionado repetido tres veces, todos los viernes, entre las nueve y media y las once de la noche.
 Invariablemente, como si obedeciera a una prescripción religiosa.
 Nunca hablaba. Las primeras veces que concurrió al establecimiento, señalaba la bebida en una cartilla promocional que se hallaba a su alcance.
 Tampoco consumía los snacks que acompañaban al trago. Palitos salados, papas fritas, trocitos de queso y salchichitas calientes, quedaban abandonados en el triolet copetinero como un componente superfluo, para ese bebedor semanal al que en el bar céntrico, apodaban "el mudo".
 Es que el individuo que respondía al apelativo parecía carecer de habla, además de ser marcadamente inexpresivo en su actitud comunicacional.
 Sentado ante el vaso, parecía ensimismado, ajeno a todo lo circundante, solo concentrado en beber una Capiroska cada treinta minutos, hacer el gesto de pedido de adición, abonar con una discreta propina y retirarse.
 Por supuesto, dado que su comportamiento no importunaba a nadie, los mozos y el encargado del local no reparaban demasiado en su presencia, lo mismo que el barman, que lo servía de modo casi automático.
 Por otra parte, el sujeto era difícil de definir en su rango etario, sociocultural y económico. Su modo de vestir, era ampliamente variado a pesar de lo standard y nunca exhibía accesorios que pudieran demostrar un determinado nivel social; de todos modos, a ningún integrante del staff del bar le interesaba averiguar algo sobre esa persona, que parecía inmersa en una acentuada desconexión.
 Cuando Tony le acercó el usual tercer vaso, lo que implicaba la última media hora de permanencia, notó algo ajeno a lo de siempre.
 Quizás por algún movimiento no previsto, la remera con escote en v que vestía el hombre, se había desplazado y dejaba a la vista indisimulables electrodos, un visor aparentemente plástico ubicado sobre el plexo, así como partes metálicas expuestas donde debería haber carne.
 Como si hubiera detectado que un error, centró la atención del bartender en su aspecto, se incorporó, pagó con tres billetes sin esperar el vuelto y se dirigió hacia la salida con paso ágil.
 Próximo a la calle, volvió sobre sus pasos para beber de un trago la tercera Caipiroska y partió definitivamente.
 Tony, asombrado por el descubrimiento, lo siguió con premura.
 Pudo ver como lo elevaban, mediante una plataforma similar a la que se emplea en algunos colectivos para el ascenso de las sillas de ruedas, a una Trafic negra -furgón- estacionada en doble fila con el motor en marcha.
 El bebedor parecía rígido, como despojado de voluntad autónoma.
 Absorto, Tony observó la rauda partida del vehículo, que giró en la primera esquina habilitada.

 El viernes siguiente, "el mudo" no se presentó en el bar.
 A este suceso singular, se adosó el sorpresivo telegrama de renuncia de Tony, quién, a su vez, desapareció de los lugares que solía frecuentar. Familiares y amigos del barman, efectuaron la denuncia correspondiente.
 Uno de los mozos, reemplazó provisoriamente a Tony en la barra. Pero cuando un hombre de mediana edad y traza correcta, se acomodó frente a la misma y solicitó una Caipiroska mediante el diseño impreso en la cartilla, el camarero decidió consultar al encargado que se hallaba en la cocina.
 De inmediato, ambos se acercaron a la barra: el cliente ya no estaba.
 Corrieron a la calle..., pero no vieron nada diferente a lo de siempre.



                                                                FIN


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