que no tiene salvación
Sos un tipo maltratado
por la vida y el amor
La música estridente, potenciaba la letra de esa marchita desconocida que le martillaba los oídos, desde la radio con amplificador ubicada en un extremo del salón.
Benigno Ortega, daba cuenta de su desayuno compuesto por café con leche y ensaimada, en ese parador de la ruta, junto a otros camioneros dispersos.
Una copita de caña, también formaba parte de esa ingesta temprana.
El estribillo le resultaba ensordecedor, pero no lo suficiente como para tornar ininteligible su texto.
Andá gilún
tiráte a la banquina...
Andá gilún
tiráte a la banquina...
El ritmo machacón y la letra despectiva le parecían intolerables, aunque una mirada a los demás parroquianos y al de la caja, le evidenció semblantes sonrientes, de complacidos radioescuchas.
Yo que vos
me abrazo a la botella
Yo que vos
no la busco más a ella
Pensó en pedirle al patrón que apagara el receptor o cambiara la sintonía, pero rápidamente detuvo su impulso, al considerar que eso lo exhibiría ante los presentes como un otario que se da por aludido.
Luego del consabido estribillo, la letra seguía ensañándose con el personaje, que interpretó como que podría asimilarse a su persona.
Siempre anduviste
como gaucho sin el flete
si ganás la lotería
perdiste el billete
Eso nunca.., Benigno estimó que él no jugaba, porque carecía aún de esa mínima fe triunfal.
Andá gilún...
Cuando carajo termina esta basura..., dijo en voz muy baja.
No sabés de cariño ni alegría
sos un desastre
amargo
¡ Una porquería !...
Ya era insoportable, por lo que se dispuso a pedir la cuenta y volver a su camión, para reanudar el viaje por las poceadas rutas bonaerenses y los caminos vecinales de tierra.
No cabe el amor
en tu corazón
si afilás a una piba
¡ Hacés un papelón !...
La canción cesó bruscamente.
Noticia de último momento..., anunció la voz de un speacker.
Se interrumpe la transmisión habitual de esta broadcasting, continuó, para informar que Francia y el Reino Unido le han declarado la guerra a Alemania como respuesta a la invasión de Polonia ocurrida anteayer.
La maldita canción ya no se escucha..., musitó Benigno, con íntimo regocijo.
La guerra es una tragedia colectiva que empequeñece las individuales y las torna insignificantes, reflexionó.
Al percibir que disfrutaba un recóndito goce, sonrió levemente.
Sus pensamientos lo llevaban a estimar, que asistía, de modo informativo, al inicio de un conflicto bélico de alcances insospechados. Quizás sería el brutal generador de felicidades amputadas y horrores nunca vistos.
Prosiguiendo con sus cavilaciones, estableció que la guerra podría crear multitudes de infelices, que de saber de su existencia, seguramente lo convertirían en motivo de envidia.
Cuando se percató que los demás lo miraban con cierta severidad, hizo esfuerzos para atenuar la sonrisa que distendía sus labios, en una muestra de satisfacción plena.
FIN
Benigno Ortega, daba cuenta de su desayuno compuesto por café con leche y ensaimada, en ese parador de la ruta, junto a otros camioneros dispersos.
Una copita de caña, también formaba parte de esa ingesta temprana.
El estribillo le resultaba ensordecedor, pero no lo suficiente como para tornar ininteligible su texto.
Andá gilún
tiráte a la banquina...
Andá gilún
tiráte a la banquina...
El ritmo machacón y la letra despectiva le parecían intolerables, aunque una mirada a los demás parroquianos y al de la caja, le evidenció semblantes sonrientes, de complacidos radioescuchas.
Yo que vos
me abrazo a la botella
Yo que vos
no la busco más a ella
Pensó en pedirle al patrón que apagara el receptor o cambiara la sintonía, pero rápidamente detuvo su impulso, al considerar que eso lo exhibiría ante los presentes como un otario que se da por aludido.
Luego del consabido estribillo, la letra seguía ensañándose con el personaje, que interpretó como que podría asimilarse a su persona.
Siempre anduviste
como gaucho sin el flete
si ganás la lotería
perdiste el billete
Eso nunca.., Benigno estimó que él no jugaba, porque carecía aún de esa mínima fe triunfal.
Andá gilún...
Cuando carajo termina esta basura..., dijo en voz muy baja.
No sabés de cariño ni alegría
sos un desastre
amargo
¡ Una porquería !...
Ya era insoportable, por lo que se dispuso a pedir la cuenta y volver a su camión, para reanudar el viaje por las poceadas rutas bonaerenses y los caminos vecinales de tierra.
No cabe el amor
en tu corazón
si afilás a una piba
¡ Hacés un papelón !...
La canción cesó bruscamente.
Noticia de último momento..., anunció la voz de un speacker.
Se interrumpe la transmisión habitual de esta broadcasting, continuó, para informar que Francia y el Reino Unido le han declarado la guerra a Alemania como respuesta a la invasión de Polonia ocurrida anteayer.
La maldita canción ya no se escucha..., musitó Benigno, con íntimo regocijo.
La guerra es una tragedia colectiva que empequeñece las individuales y las torna insignificantes, reflexionó.
Al percibir que disfrutaba un recóndito goce, sonrió levemente.
Sus pensamientos lo llevaban a estimar, que asistía, de modo informativo, al inicio de un conflicto bélico de alcances insospechados. Quizás sería el brutal generador de felicidades amputadas y horrores nunca vistos.
Prosiguiendo con sus cavilaciones, estableció que la guerra podría crear multitudes de infelices, que de saber de su existencia, seguramente lo convertirían en motivo de envidia.
Cuando se percató que los demás lo miraban con cierta severidad, hizo esfuerzos para atenuar la sonrisa que distendía sus labios, en una muestra de satisfacción plena.
FIN
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