jueves, 10 de abril de 2014

DERVICHES GIRÓVAGOS

 Como un trompo en movimiento perpetuo, Yusuk Yilmaz no cesaba de girar en torno a sí mismo como eje, cuando la danza extática de los derviches mevleví ya se había dado por concluida.
 Los demás integrantes del grupo lo observaron con estupor, dado que parecía ajeno a toda noción de mesura humana; hasta semejaba crear un remolino en el aire circundante, con el desplazamiento de su atuendo albo que remitía a un vestido acampanado.
 Ya no sonaban las flautas, los atabales y los tamboriles, tampoco los violines kamanché ni los laúdes saz, el sema, la ceremonia que es una oración ofrecida circularmente a la divinidad, había finalizado con la detención del movimiento de los demás oficiantes.
 Pero Yusuk proseguía girando, a pesar de la ausencia de música y del canto semejante a una declamación hipnótica, que acompañaba a los danzarines místicos en sus giros.
 El dedé Yakub, maestro de esa orden espiritual, observó con atención el comportamiento del que no se detenía y aparentaba estar sumido en un profundo trance.
 Se mesó las luengas barbas, con suavidad, compenetrándose en la interpretación de ese suceso anómalo.
 Transcurridos unos minutos, habló con voz plena, en un turco con acento de Anatolia, más precisamente de la ciudad de Konya.
 -Yusuk morirá girando. No podríamos impedir su movimiento de conexión con el Alabado, que ha tornado indetenible su circunvalación.
 Yusuk se situó en una frecuencia tan alta, que activó una señal divina cual un dinamo, resultando movimiento y luz una misma experiencia.
 Algunos de los presentes, preguntaron si podrían abalanzarse sobre él para impedir su muerte. El maestro respondió que en ese caso, Yusuk moriría igual, pero de decepción, dado que le sería hurtado el aliento divino en el que colapsaba su cuerpo y se expandía su trascendencia, esa gloria inigualable; a su vez, quien hiciera eso se convertiría en un asesino.
 No habiendo otros testigos del portento -Yusuk giró cuarenta y ocho horas, sin detenerse para cumplir ninguna ingesta ni necesidad fisiológica- que tan solo los miembros de esa tariqa, el final fue el que anticipó el maestro.
 La ficha médica habló de una falla cardíaca, pero los miembros de la orden sabían que no había sido una deficiencia orgánica, sino una asimilación al absoluto en los términos más extremos.
 Incluso, uno de los derviches, Ahmet, llegó a pensar que Yusuk practicó un sacro suicidio, al percatarse inicialmente, que estaba superando con holgura los veinte o treinta giros por minuto habituales, para ingresar a un nivel que implicaba una peligrosa desvinculación de lo terreno, del mundo fenoménico. A pesar de ello, el girovágo descontrolado prosiguió con su danza, sin aplicar los procedimientos de desaceleración  correspondientes, cuando aún se está a tiempo de que resulten efectivos.

                                                                         FIN




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