jueves, 13 de noviembre de 2014

REFERIDO A LO REDONDO

 El anciano de aspecto menesteroso, juntó su índice derecho con el pulgar - ambas uñas ribeteadas de densa mugre- en un gesto que parecía referir al contorno circular de una moneda, pedida como limosna.
 Tres veces lo repitió.
 Detenido por el semáforo en rojo, el automovilista lo ignoró resguardado tras los vidrios levantados, polarizados con el tono más oscuro.
 La avenida de la localidad de Laferrere donde se hallaba, estaba próxima a zonas conflictivas en lo social y delincuencial, dato no desconocido para el hombre que conducía el vehículo.
 Ante el cambio de luz, puso primera y aceleró..., por poco tiempo, ya que recibió tres impactos del fuego cruzado, proveniente del enfrentamiento entre un móvil de la policía provincial y un auto que evitó un control vehicular anterior, con tres masculinos a bordo, al menos dos de ellos armados.
 Uno de los proyectiles, luego de destrozar el cristal de la ventanilla del conductor, se alojó en el cuello del mismo provocándole una profusa hemorragia y haciendo que se derrumbara sobre el volante.
 El mendigo, a un costado de la avenida, inmutable testigo del suceso, le dijo al pulguiento perro que lo acompañaba...
 -Yo se lo anticipé..., era preferible cruzar en rojo y evitar la circunstancia que se avecinaba, pero vaya a saber que entendió ese tipo. Siempre se creen que los mendigos solo pedimos guita.
 Con displicencia, se rascó las costras que presentaba su cuero cabelludo.
 Su perro lo acompañó en la rascada, en un intento de liberarse de los insectos que lo atormentaban.
 -A veces, se parapetan tras los cristales levantados como si un viejo mendigo fuera el diablo..., agregó a su comentario anterior dirigido al can, el cual dejó de rascarse y lo observó con una atención que parecía emanar de un largo conocimiento entre ambos.
 -Claro que sería inconcebible pensar que el diablo pudiera hacer una buena acción, como ser, anticipar el futuro inmediato aciago. Por eso, las pocas buenas acciones del diablo siempre terminan para el carajo...
 Completó su alocución ante el perro desplegando una sonrisa mefistofélica, que pronto se convirtió en una carcajada difícil de identificar como humana, con resonancias que parecían remitir a un estrato de crueldad insondable.
 El animal, lo acompañó con algunos ladridos, levantó la pata y se puso a orinar contra un raquítico árbol, mientras se acrecentaba el sonido de sirenas policiales y de ambulancias que se acercaban al lugar del hecho.


                                                              FIN







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