miércoles, 17 de septiembre de 2014

EN EL CIELO DIÁFANO

 -¿Como lo hacen?...
 Fue la pregunta que Tiara le dedicó a Martín, mientras observaba al avión que casi invisible, escribía en el cielo siguiendo un diagrama circulatorio.
 - Con humo.
 Fue la respuesta de su novio, más interesado en la sensualidad que emanaba ella, que en las evoluciones de esa aeronave empleada para escribir publicidad en el firmamento.
 Es que el cuerpo de Tiara le resultaba fascinante: un derroche de carne voluptuosa de la que él poseía la llave de encendido.
 Con placer, recordaba lo ocurrido hacía un par de horas, en el hotel que compartían a unas pocas cuadras de esa playa solitaria, cercana a Monte Hermoso, bordeada por un frondoso pinar.
 Las imágenes mentales que se sucedían en fragmentado desorden, le provocaron una nueva erección.
 Abrazó a esa diosa en tanga, manantial de satisfacciones...
 -¿Pero que escribe?..., dice: MALDITOS...
 Ella seguía pendiente del texto en el cielo.
 -Debe ser publicidad de una película.
 Le contestó Martín, acariciando sus pechos exuberantes, con pezones altamente sensibles, siempre dispuestos a endurecerse ante su tacto.
 -Demasiadas juntas las letras..., parece como si quisiera terminar de escribir rápido.
 Esta en otra cosa..., pensó Martín.
 -No le des bola a eso. Es un sistema publicitario del año del orto.
 El joven se sintió menoscabado en sus avances, ante la atención que Tiara le prestaba a la escritura aérea.
 -Volvamos al hotel.
 Le dijo, entre un imaginado pregusto del goce que se avecinaba.
 -MALDITOS SEAN...
 Tiara seguía las evoluciones de la aeronave, en un intento de descifrar el sentido del mensaje que escribía en el cielo diáfano del atardecer.
 -Te vuelvo a decir que es la publicidad de una película. Debe ser una de terror, de las de zombies.
 Volvamos al hotel, Tiarita, vos sabes que me volvés loco. Necesito que estemos otra vez como hace un rato.
 Martín acompañó la frase, con una caricia que recorrió los muslos de ella hasta ascender al vértice que lo obsesionaba, aprovechando la ausencia de gente en ese sector de la playa.
 Ella pareció comprender el apremio de su pareja y se adhirió a su cuerpo, sintiendo el incremento de volumen del bulto masculino, apretado contra su zona más sensible.
 Emitió un gemido de goce, su boca tentadora entreabierta en la exclamación.
 El varón percibió tal sensación de plenitud sensual, que luego de corroborar en forma somera la soledad en la que se hallaban, asomó su miembro en posición de ariete fuera del short de baño y le corrió la tanga a su dama, para verificar gratamente la lubricación que ya manifestaba en el anhelado tajo.
 -Una soledad acojedora..., le dijo al oído mientras la penetraba desde atrás, su brazo derecho cruzado sobre esas tetas de soberbio contorno y pezones como frutillas.
 Tiara comenzó a moverse con un ritmo cada vez más intenso, demostrándole a Martín que dadas las circunstancias, buscaba acceder al orgasmo lo más rápido posible.
 La chica emitía los gemidos y lloriqueos que a él le resultaban irresistibles, por lo que por más precaria que fuera la situación en la que se hallaban, trató de ejercer el control eyaculatorio del que se enorgullecía.
 -MALDITOS SEAN TODOS VDS 
 Gritó Tiara, luego de interrumpir sus jadeos y quedar como sumida en parálisis, la mirada elevada hacia la frase inscrita en el cielo, que el avión completó antes de caer en indetenible picada.
 Martín observó como el bimotor cuatriplaza se agrandaba amenazadoramente.
 Guardó su órgano viril con la premura exigida por la catástrofe ya próxima y levantó a su novia casi de los pelos, para echar a correr ambos al límite de sus fuerzas. No pudieron resistir la tentación de mirar hacia atrás, cual la bíblica mujer de Lot que se convirtió en estatua de sal.
 Lo que vieron, los llevó a arrojarse de bruces contra la arena, mientras el tremendo estallido a más de doscientos metros de donde se encontraban, fue seguido por un incendio en el pinar próximo a la playa.
 Tiara prorrumpió en un llanto entrecortado por exclamaciones que expresaban su angustia.
 -¡Se mató!...¡Se mató!..., gritó descontrolada.
 Martín, con su cara impregnada de arena, le agradeció en silencio a la idea de Dios en la que creía de modo light, que ese piloto suicida que odiaba a sus congéneres, haya decidido matarse espectacularmente sin estrellarse sobre un área poblada, perdonándole la vida a los demás; entre ellos se incluía, junto a la divina Tiara, que se incorporó acomodándose la escueta tanga y lo abrazó buscando su condición de macho protector. Ambos se sintieron cálidamente reconfortados, sobrevivientes de una acotada hecatombe.
 Recogieron el bolso y las lonas de playa, mientras comenzaron a escucharse las primeras sirenas policiales y de bomberos.
 Tomados de la mano, regresaron al hotel, entre besos cómplices e imperiosas miradas de deseo. No le prestaron atención al bullicio producido por los comentarios de huéspedes, conserje y personal de servicio, que parecían fascinados por la índole de ese siniestro, para ellos dos, tan inoportuno.

                                                                 FIN

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